Columna


Los negociadores

MAURICIO CABRERA GALVIS

26 de junio de 2016 12:00 AM

En medio de la alegría y la emoción en la mayoría de los colombianos –no en todos por desgracia- por la firma del acuerdo para el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, es lógico mirar al futuro pues hay muchas preguntas sobre cómo se construirá la paz, son amplias las expectativas por los beneficios y grandes los temores por los obstáculos que se enfrentarán.

En medio de la satisfacción por el acuerdo y el debate sobre su futuro, es bueno mirar un poco al pasado, recordar el camino para construirlo y, sobre todo, recordar al grupo que con su dedicación de casi cuatro años de trabajo intenso tejió como filigrana la multitud de detalles implícitos en unas cuantas páginas de texto.

Colombia tiene una gran deuda de gratitud con los negociadores y sus equipos de apoyo que avanzaron tanto en el camino hacia la paz. Con un adversario muy difícil y con posiciones opuestas construyeron un consenso, llegaron a un terreno común donde la guerrilla tenga la confianza para entregar las armas, y el Estado la certidumbre de que no sacrificó ningún elementos esencial de nuestro sistema democrático.

No se trata de felicitar a de la Calle y demás negociadores que lo acompañaron; tampoco de analizar los méritos o defectos del acuerdo, sino de resaltar el trabajo y reconocer el sacrificio personal y familiar para lograr el objetivo.

En el imaginario popular La Habana es sitio de vacaciones y turismo, de playa, brisa y mar, pero ni los salones del Palacio de Convenciones son un Spa, ni las casas del barrio El Laguito son un resort cinco estrellas.

Ir y venir a La Habana durante 43 meses, encerrarse miles de horas en tensas conversaciones, convivir semanas enteras bajo un mismo techo con conocidos que no son familiares ni amigos íntimos, y sobre todo el costo emocional de dejar familia e hijos -o nietos los más veteranos-, son cosas que el dinero no puede pagar.

Mención especial merecen los altos oficiales de las Fuerzas Armadas y la Policía que participaron haciendo aportes decisivos en el cese al fuego, la desmovilización y la entrega de armas. Son acusados por unos pocos fanáticos de traidores y de mancillar el honor militar , pero como dijo el general Naranjo, no es humillante para los militares negociar con la guerrilla sino indispensable para preservar las instituciones.

Con el mismo empeño y decisión que combatieron a la guerrilla y la delincuencia, aceptaron la compleja misión de sentarse con sus enemigos, mirarlos de frente, oír sus argumentos, rebatirlos o aceptarlos, llegar a acuerdos y estrechar las manos que antes empuñaban los fusiles en el combate.

Aunque suene desgastada la frase de Churchill: nunca tantos le debieron tanto a tan pocos. Por su empeño, profesionalismo y dedicación tenemos la posibilidad de dejar a nuestros hijos y nietos un país mejor. Muchas gracias.

 

 

 

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