Columna


Los otros

MARIO MENDOZA OROZCO

21 de diciembre de 2013 12:15 AM

Mi colega Carmelo Dueñas afirmó que era una lástima que mi último artículo, titulado “Nosotros” sólo lo leyéramos nosotros y no los “otros”, los que hacen cosas que no son toleradas por nosotros: robar, secuestrar, extorsionar, asesinar, violar, según el concepto de Richard Rorty, el filósofo de la ironía y la literatura.

Los “otros” se encuentran en todas partes y fungen como rectores de universidades, gerentes, banqueros, sacerdotes, maestros de primaria, concejales, diputados, senadores, alcaldes, médicos, abogados, deportistas, políticos de izquierda, de derecha y de centro. Este tipo de “otros” están mimetizados en el entorno: son amables, educados y conocen la dosis apropiada de cinismo para medrar, no les importa que hayan sido señalados o descubiertos. Esos “otros” pocas veces tienen interés en este tipo de reflexiones, pero saben leer y escribir muy bien.

Algunos son muy preparados e inteligentes. Además tienen dinero de sobra, vivienda no sólo digna sino muchas veces lujosa y nunca se preocupan por la comida. Cuando esos “otros” roban del erario incuban camadas de “otros” que no leyeron el artículo porque no saben leer, nunca fueron a la escuela, viven y comen de lo que ganan diario, son ignorantes y su principal logro es la supervivencia cotidiana. Estos últimos no frecuentan nuestros círculos, y son los que podríamos encontrar en una calle nocturna o en un sitio peligroso.

Para acabar con los primeros es necesario que la sociedad rechace enérgicamente la conducta de quienes han sido cómplices o culpables de conductas criminales, desprecie su poder y posición socioeconómica; que no elija políticos corruptos y no acepte que funcionarios venales manejen dineros públicos o privados, para evitar que nos sigan robando.

Con el dinero que ya no podrán robar, unos gobernantes decentes, que hagan parte de nosotros, podrían mejorar la calidad de vida de esos “otros” que quizás, si no carecieran de todo, no optarían por conductas delictivas propiciadas por la desesperanza, la rabia, la frustración y la tristeza que acompañan a la miseria. Con el tiempo el concepto de “nosotros” podría ir ampliándose para cobijar cada vez más personas en todas las clases sociales, se fortalecería una clase media mayoritaria, digna, productiva, deliberante, solidaria (la solidaridad sólo se da entre nosotros: no se es solidario con “los otros”) y se acabaría con la miseria.

El día en que toda la ciudadanía de esa Colombia ideal pero no imposible haga parte de nosotros, las mujeres podrán salir desnudas si lo desean y tan sólo recibirán una sanción policial, y nosotros volveremos a caminar por las calles sin el temor de ser víctimas de “los otros”.

 

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