Nadie pensaría que en tiempos de búsquedas y proyectos ambiciosos haya quienes se dediquen a los menudeos de la miseria. Es terrible, en la perspectiva ética y política, constatar que sí: entre los empeños virtuosos se cuelan la ratonera salvada del incendio o las cucarachas que soportan bombas.
A medida que se acuerda el final del conflicto armado, la dificultad mayor no estará en convenir reformas, entrega de armas, incorporación a la política sin tiros; sino en ilustrarnos sobre las múltiples causas de nuestra violencia, en la necesidad y justicia de acabarla, y desalojar de los corazones, odios, dogmas, la codicia por los bienes mal habidos, los privilegios, la venganza.
Si se logra comprender nuestra realidad razonable y actual, entenderemos que la paz es un ideal social colectivo. Rebasa la atribución, de manera exclusiva, a la voluntad de un gobierno. Asunto éste, por cierto, que no carece de legitimidad humana y constitucional, de alguna manera es el depositario del querer de una sociedad. Sin embargo, con los años, las reglas claras de las democracias sobre mayorías se han vuelto complejas. Ahora se mide si se gana con mucho o con poco y se vuelve más tortuoso administrar la victoria. Aquella travesura de Borges parece tener sentido: ¡Ah! La democracia, ese abuso de la estadística.
Se puede conjeturar que sobre los fundamentos de la sociedad debe haber grandes acuerdos políticos. Y si esa representación política, es el caso colombiano, está interferida por su poca población y por la desconfianza ciudadana, será indispensable indagar procedimientos de expresión de la voluntad popular menos pobres, gastados y corruptos.
El conflicto y la paz involucran a la sociedad de manera integra. No en balde años y años de matarnos dejaron callos de insensibilidad y una incapacidad para las uniones fecundas y productivas. Ni el sufrimiento nos une.
En este momento de reconstrucción y retos serios, donde todos estamos convocados, los ciudadanos ven con repugnancia algunas preocupaciones de sectores o del Congreso. Como si se quisiera pasar de agache, sacando provecho de que el interés general está atraído por otros asuntos.
Como los argumentos, de mediocridad insultante, con que se respondió a la idea del Ministro de Justicia de estructurar exámenes de estado para los abogados. Es innegable la formación y principios sólidos que se exigirán para atender conflictos y aplicar nuevas leyes en el pos conflicto.
Qué decir del proyecto para establecer código de ética y disciplina para las profesiones en las relaciones internacionales y afines. Ummmm.
*Escritor
reburgosc@gmail.com
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