Columna


Los turistas

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

10 de diciembre de 2016 12:00 AM

Son recibidos con simpatía en todas partes. Entusiastas y festivos, son por lo general grata compañía. Eso les abre las puertas en su propósito de disfrutar unos días fuera de su casa y sus obligaciones. También hemos sido turistas, y aspiramos a volver a serlo en futuro no distante. 
Pero al visitar el mismo lugar, el turismo se convierte en vacaciones. Si se conocen nuestros sitios de interés, entonces se trata, simplemente, de divertirse en el esplendor y las miserias de la bella Cartagena.

Visitantes y turistas son inconfundibles, auncuando uno de sus deseos primordiales es frecuentar sitios que no son para foráneos, confundirse con los raizales y aparentar ser uno de ellos. Los europeos y los gringos que fracasan en el intento, se delatan fácilmente por su pinta y sus sofisticadas cámaras fotográficas. En nuestra tierra, los del “interior” se reconocen porque muestran en su piel los estragos del sol, y por su particular acento al hablar. Quienes han venido más de dos veces a descansar en Cartagena, creen poseer un máster en sociología del Caribe. Así que dictan cátedra, sentenciosos y críticos, sobre el modo de ser de nuestra gente, sus virtudes y sus defectos. Algunos llegan a extremos odiosos, como si fuesen tutores de unos débiles mentales. Ese desdén que les confiere la fuerza de la metrópolis y el poder del billete, también se nutre del viejo vicio tribal de despreciar o sojuzgar lo distinto.  

A todas esas vainas estamos acostumbrados, pero nos asaltan preguntas elementales en nuestras escasas entendederas. ¿Si les disgustan tantas cosas del entorno, por qué regresan? Claro que esas criticas sólo son vainas de algunos agrios. Una golondrina no hace verano, la mayoría se integra con la ciudad, la sienten propia, la aman con ternura y la disfrutan.

El prestigioso Hay Festival y la maravilla de la música clásica aquí encontraron marco preciso. Las orgías de bullicio y ruido que llaman música electrónica, por desgracia también. El cardumen asfixiante de gente que deambula por playas y calles perturba, pero estimula. 
Aquí soñamos con una vida lenta reconciliándonos con nosotros mismos, y con “los otros”. Queremos preservar este lugar de la infernal pesadilla de la neurosis que acosa al hombre moderno.

Nos toca preguntarnos qué es útil, qué es superfluo, qué es dañino. Ese absurdo afán de sentirse, como había dicho  Hamlet: “semejantes a los ángeles y comparables a los dioses”, también trae alzas en precios y mala calidad en los servicios.

Ojalá vuelvan precios normales en el 2017, para seguir frecuentando sitios donde los dispararon en 30%. Pero mucho nos tememos que con el 19% del Iva y el 10 % del servicio acabemos en una soledad sola. En Minhacienda parecen estar escuchando a Lara: “que paguen con brillantes tu pecado”. Lo peor es que también vamos a llevar del bulto.

abeltranpareja@gmail.com

 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS