“Ese no es víctima de nadie…” Con ese tono despectivo se refirió el pacifista del momento, alías Jesús Santrich, al General Luis Mendieta, en entrevista con Rodrigo Pardo, y osó advertir que lo importantes es “…que no se nos cuelen los victimistas, aquellos que se disfrazan de víctimas –como Mendieta– y colocan responsabilidades en quienes no las tienen”.
Así pues, para las Farc, Luis Herlindo Mendieta Ovalle, secuestrado en 1998 y rescatado por el Ejército en 2010, con 12 años de secuestro e ignominia; el mismo que, según sus propias palabras, se arrastró en el barro para hacer sus necesidades fisiológicas, con la cadena y el candado atados al cuello; que sufrió de paludismo y múltiples enfermedades; que, en castigo, fue atado a un palo y encadenado al cuello; ese mismo general Mendieta no ha sido víctima de nadie, sino que se disfraza y, desde su imaginación trastornada, le asigna a las Farc una responsabilidad que no tienen en su victimización.
Santrich remata diciendo que Mendieta “hace parte de la confrontación y es prisionero de guerra”, como cientos de guerrilleros secuestrados –ellos sí– hacinados en las cárceles, aclarando, por si fuera poco su cinismo, que “en los sitios nuestros no hay hacinamiento”. Mejor dicho, el general les salió a deber por su cautiverio. Como si los colombianos no hubiéramos visto las jaulas que nos recordaron los campos nazis de concentración y contribuyeron a motivar las masivas manifestaciones de rechazo a las Farc en febrero de 2008.
Que para las Farc los secuestrados de la Fuerza Pública sean prisioneros de guerra, vaya y venga, pero que lo sean para el Gobierno es grave y está en la base de la ilegitimidad de esas negociaciones. La Universidad Nacional vetó al general Mendieta como víctima y el presidente dijo que “estamos en guerra, pero la guerra es entre combatientes”.
Las palabras traicionan. Si, por ejemplo, hablamos de “guerra” contra el sobrepeso, todos saben qué es, pero si nos referimos a la lucha armada entre dos bandos, a guerra y a combatientes, como hizo el presidente, ya no cabe el sentido figurado. Hay un bando legítimo y otro que aspira a serlo. Estamos hablando de imponer uno u otro modelo de sociedad y de país.
Quienes niegan el conflicto interno no lo hacen por estar ciegos a la violencia del país, sino porque tienen clara la naturaleza de esa violencia y no encuentran razón para otorgarle beligerancia a las Farc y, menos aún, de altos deliberantes en unas negociaciones que no deberían ir más allá de las condiciones de verdad, justicia transicional y reparación exigibles para reinsertarse a la sociedad. ¿Hay violencia narcotraficante? SÍ. ¿El gobierno colombiano está en guerra declarada contra las Farc? No. Si así fuera, el general Mendieta y todos los secuestrados de la Fuerza Pública serían prisioneros de guerra. Y lo más grave, los guerrilleros en la cárcel también lo serían.
Nota bene. El soldado Johan Burbano murió el pasado lunes en un enfrentamiento con las Farc. Al día siguiente murió su hermano, el cabo Albín Enrique Burbano, al pisar una mina. En dos días, una humilde familia perdió dos hijos militares, pero sus padres no son víctimas, sino victimistas, es decir, disfrazados.
*Presidente Ejecutivo de Fedegán
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