Columna


Maduro, descocado y bizarro

RICARDO TROTTI

15 de julio de 2017 12:00 AM

Un Nicolás Maduro cada vez más bizarro y descocado se aferra al trono con los dientes y bravuconadas. Pide alzar las armas para defender la revolución y montar una reforma constitucional que iguale a Venezuela con la Cuba comunista decadente a la que admira.

No le importan los 100 muertos que la represión oficial causó para maniatar las protestas que se iniciaron en abril. Considera que la violencia es el daño colateral que debe pagar la oposición por incentivar lo que él llama un intento golpista continuado.

La oposición convocó a una consulta para este domingo, ante la desesperación de no saber cómo frenar a Maduro. La elección no es oficial, sino puro simbolismo. Maduro ignorará el resultado y antes bloqueará la quijotada.

Es irracional, vengativo y desafía cualquier demostración de fuerza. Antes, tras el inicio de las masivas protestas, replicó con el llamado a la reforma constitucional con la idea de borrar a la oposición de la faz de la tierra. Las apariencias tampoco le importan. Ignoró a los obispos que calificaron a su régimen de “dictadura militar” y mandó a la Corte Suprema que despida a la fiscal general, Luisa Ortega, antes, marca registrada del chavismo, ahora devenida en su mayor piedra en el zapato, Ortega insiste en que Maduro practica “terrorismo de Estado”.

Todos sus pasos son ilegales e ilegítimos, empezando por convocar a una constituyente sin previa consulta popular y de la que solo participarán reformistas oficialistas. Canceló procesos electorales, desactivó al Congreso opositor mediante orden del Supremo Tribunal que solo trabaja para él y a las Fuerzas Armadas las mantiene leales, comprando generales o dándoles licencia para operar los anillos de corrupción junto a la mafia internacional.

No hay que descuidarse, Maduro aún tiene cintura política para sobrevivir. Logró aire económico por parte del banco Goldman Sachs, sacó de la cárcel al preso político más ilustre, Leopoldo López, y se las ingenia para que se acerquen a Venezuela decenas de intermediarios a los que permite soñar con el diálogo o salvar la democracia inexistente.

Nadie tiene la respuesta adecuada. No es fácil hacerle frente a una dictadura con armas democráticas. ¿Cómo salir de este régimen? ¿Cómo desarmar un esquema corrupto antes de que explote la bomba de crisis humanitaria, cuya mecha ya arde? ¿Qué hacer para detener una reforma constitucional que hará ilícitas las pocas libertades individuales que quedan?

Algunos creen que la respuesta la tendrían EE.UU y la UE mediante sanciones económicas severas. Pero aun así, Maduro, como los Castro, se las ingeniaría para sobrevivir a un embargo con las migajas de otras dictaduras, mientras prosigue con su idea de una Venezuela comunista.

Se requieren medidas más contundentes para que Maduro acabe en la cárcel. Tal vez todos piensan y saben la fórmula, pero nadie se atreve a decirla y ejecutarla.

Pero aun así, Maduro, como los Castro, se las ingeniaría para sobrevivir a un embargo con las migajas de otras dictaduras, mientras prosigue con su idea de una Venezuela comunista.

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