Columna


Mal humor

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

17 de octubre de 2015 12:00 AM

En el Caribe nos hemos destacado por ser alegres y optimistas, así no tengamos razones para ello. A las adversidades las recibimos con esa mágica actitud que ha sido nuestra fortaleza.

En otras regiones tienen un sentimiento trágico de la vida. El mal genio tipificó el carácter de algunas comunidades. Es más, terminan orgullosas de su condición que confunden con firmeza para enfrentar dificultades. El ceño adusto, la reacción desproporcionada y el acto agresivo carcomen el alma y descomponen la conducta.

En la metrópolis capitalina el crecimiento ha inspirado en sus habitantes un sentimiento negativo, una complicada manera de ser. Así se va perdiendo la solidaridad y el clima necesario para vivir en sociedad. Parecen incapaces de hacerlo con buen humor. Mientras en el Caribe vamos cantando mentalmente melodías que nos animan y entusiasman, en otras regiones rumian rencores contra cualquiera que comparta lugar en el diario vivir.

Pero esa diferencia, que nos hacía menos difíciles momentos adversos y nos llenaba de orgullo y satisfacción, va desapareciendo. El crecimiento de nuestras ciudades, el anhelado desarrollo económico, las urgencias de  labores que abruman nos han contagiado. En vez de enseñar a los demás nuestra alegría y nuestro modo de ser para vivir en sociedad, nos hemos vuelto ariscos y exaltados. Estamos sacrificando el buen genio, la cordialidad ante la fiebre de la eficacia. Por un   desborde de egoísmo ante el crecimiento del PIB que nos trasnocha, llegamos a desvirtuar costumbres y deformar un civilizado modo de ser.  

El buen humor es sutileza, poderosa herramienta para manejar la controversia, sin llegar a maltratar, ridiculizar o acallar al “otro”. 

Ahora hasta atravesar una calle puede terminar en trifulca. Las complicaciones que ha traído la movilidad se volvieron un Vietnam. Hemos llegado al extremo imposible de ver distinguidas “damas” corriéndonos la madre al adelantarnos con su vehículo. Hasta incurren en procaces gestos de “pistola” cuando nos desbordan en sus afanes veloces. 

En estos días del conflicto y post conflicto, hay batallas campales entre amigos de toda la vida, por tener posiciones distintas. Esa absurda posición contraría los anhelos de paz y las negociaciones que a ella deben conducir.

Donde no ha llegado esa epidemia de histeria ha sido en la contienda electoral. Aun cuándo existan los consabidos codazos y zancadillas no se ha recrudecido el proceso. Cartagena tiene muy buenas opciones. Para la Alcaldía votaremos por Antonio Quinto Guerra, quien con talento, experiencia y ecuanimidad; sin tacha alguna y con vocación de servir, captó las mayorías populares. Será un excelente alcalde este digno exponente de una familia de abogados prestigiosos vinculados al desarrollo de Cartagena.

abeltranpareja@gmail.com

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