Rumiar rencores, empañar la visión con prismas fatales, buscar intenciones ocultas a situaciones simples poco ayuda. Tampoco nos parece sensato creer que amargados y tristes tengan mayor capacidad de análisis. La descalificación a la alegría que, por lo general, acompaña al hombre del Caribe dizque le quita la reflexión y rigor de pensamiento. Sólo le quedaría la sensibilidad y la imaginación.
Un expresidente, hierático y majestuoso, en privado se refería despectivamente a los costeños: “fandango y ron”. Por el contrario un gran pensador, Henri Bergson, en su ensayo sobre la risa destacaba la importancia del buen humor como ingrediente necesario del talento. La solemnidad y el envaramiento protocolar no son auspiciosos para un mejor funcionamiento de las meninges. Todo lo contrario.
Sin entrar en prolija enumeración de colosos del pensamiento, ciencia, literatura y las artes que tiene el Caribe, observamos extrañados una noticia que debía ser un disparate: los campeones del juego ciencia, el ajedrez, son frecuentemente costeños, y no santafereños, ni paramunos.
Nos atrevemos a pensar que la alegría y la esperanza generan más mística que el rencor y los malos presagios. Parece que la buena suerte busca a los hombres con menos frecuencia que la adversidad, porque la Diosa fortuna ve un rostro lleno de amargura ó tristeza, y sigue de largo. Una sonrisa entusiasta parece ser el imán más conocido para recibir buenos augurios.
Que desgracia el día en que se nos acaben, o escaseen, la alegría y los sueños. En los principios de cada año nos señalamos objetivos y programas, en un acto de fe, para cambiar radicalmente situaciones. Eso nos sirve por un rato, pero cuando vamos en noviembre, nos percatamos de que el año es tan malo como el anterior, y que si no hacemos esfuerzos y sacrificios, 2014 será peor.
Propender por una actitud alegre ante la vida es recomendable y sano. Las dificultades y las estrecheces por ello no serán menores, pero el aliento que se desprende de la alegría ayuda a impulsar esfuerzos y amortiguar traumas. Ser alegre y optimista no significa irresponsabilidad, pero tampoco la melancolía y la pesadumbre pueden constituir atributos que impriman respetabilidad.
Ahora con las nuevas elecciones, pretenden que el optimismo sea una constante. Así no votemos por una reedición de políticas erráticas, dudas y vacilaciones, deseamos que los cambios anunciados sean reales. Aún cuando inquieta que sanguinarios terroristas sean exaltados al Congreso y la impunidad nos maltrate.
El temor reverencial al poder no puede alterar nuestras convicciones. Oponernos a la sumisión al terrorismo es legítimo. Con alegría ejerceremos nuestra opinión sin insultos, con ecuanimidad, pero sin timideces.
abeltranpareja@gmail.com
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