Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

04 de septiembre de 2016 12:00 AM

Como en 52 años de guerra no hubo Pax Romana, es decir, derrota del Estado a la insurgencia, fue indispensable negociar la paz con condiciones y concesiones de un lado y otro. Después de la refrendación popular, si el ambiente no se altera de nuevo, se iniciará el cumplimiento de lo acordado. No había otra manera de volver, con las Farc, a una situación de normalidad.

Viene el tránsito de las armas a la política en un país cuyos partidos están estancados, corrompidos, sin ideas ni disciplina, sin organización ni programas, porque la verdad es que no requieren estos insumos para lo único que saben hacer: hartarse de burocracia y contratos. En cambio, no lo duden, la reinserción de la insurgencia viene con hoja de ruta madurada durante los últimos cuatro años.

Una vez desmovilizadas, las Farc harán lo contrario de lo que hacen los partidos: revivir ideas, adoctrinar gente, crear y organizar cuadros y células, agitar en pueblos y ciudades con el fin de ofrecer futuro, crecer electoralmente y lanzarse por el poder a mediano plazo, que para eso dejaron atrás la vía revolucionaria y la combinación de todas las formas de lucha.

Arrancarán, pues, con el caldo de cultivo que es el caos político, administrativo y moral en que andamos. Por eso esta vez no se levantaron de la mesa, como tantas otras veces, y resistieron hasta el final, sin pretensiones sobre un cambio de estructura en el Estado, pero con ventajas en materia de justicia, propiedad rural, elegibilidad y otras garantías democráticas que cualquiera otra insurgencia, en cualquier otro país del mundo, habría exigido a cambio de desmovilizarse.

Ahora bien, ¿se desmovilizará la otra subversión, la de nuestras mafias políticas, para impedir que las Farc, ya desmovilizadas, se tomen la fortaleza de nuestro régimen democrático? ¿De la impunidad de esta otra subversión se han ocupado los vocingleros que se sienten “órgano de catedral en iglesia de pueblo”? ¿Será que han sido artífices e impulsores de sus tentáculos con amigos procesados y convictos?

No somos conscientes -y es allí donde está el peligro, no en los acuerdos de paz suscritos- de que dejamos de ser un país de cultura y de razón para volvernos otro país de desafueros y vicios. ¿O no es lo que estamos viendo? ¿Qué son las empresas electorales? ¿Son querubines los cacaos? Un país de desafueros y vicios fue el que derrotó la Revolución cubana con armas, y otro país de desafueros y vicios fue el que derrotó Chávez con votos. Estamos cerquita de una suerte parecida.

Dejemos de ser gárrulos y fanáticos y regresemos de la cleptocracia a la democracia para que, quienes hoy nos asustan más vestidos de civil que de camuflado, no nos arrebaten, en nuestra propia cancha y con nuestras propias instituciones, el Estado de derecho.

*Columnista

 

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