Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

09 de octubre de 2016 12:00 AM

Es mentira que todos quieren la paz. Desde el 2 de octubre declaraciones van y vienen, pero no habrá un “todos ganan” al final. Lloverán más protestas de pacifismo, y la verdad monda y lironda será que el uribismo ganó, y que como ganó los criminales irán a la cárcel y no podrán ser elegidos. Eso es coherencia y fidelidad a los laureles que el hombre ha cosechado desde el 2002.

Digo que eso es coherencia por algo elemental: a Uribe siempre la ha ido bien con la guerra. La guerra lo eligió por primera vez, y por primera vez también lo reeligió sobrado de votos. Lo hubiera reelegido inclusive por segunda vez si la Corte Constitucional no se atraviesa en el camino del referendo. Recordemos la frase clave del primer triunfo: “De llegar a la Presidencia, el ocho de agosto meto la Fuerza Pública en el Caguán.

No la metió –recuérdenlo– porque fue la guerrilla la que tiró una bomba el 7 de agosto en los aleros de la Casa de Nariño, como respuesta a la amenaza, con las consecuencias que sabemos. De ahí en adelante, no hubo duda de que se iniciaron los éxitos militares del Gobierno. El caudillo se regodeaba con cada golpe a la subversión, y lo que se quitaba de la piel en cada baño, con el jabón y el estropajo, era prestigio y popularidad.

El voto por el No fue un acto de confianza en ese temperamento de condotiero que brilla, como candileja iluminada, por encima de los defectos que tenga y los excesos que cometa. Éstos siempre son perdonados por sus idólatras o recaen en sus amigos y colaboradores, muchos de los cuales están presos o fugitivos. Por eso tiene 20 senadores, y por eso se alzó sobre el papel quemado de los acuerdos de La Habana.

La prueba de que su estrategia actual es electoral y no patriótica es que sus tres precandidatos a la Presidencia figuran en la mesa de Bogotá, más otros dos que le hacen venias suplicantes, Ordóñez y Marta Lucía Ramírez. Será el quinteto encargado de machacar inflexiblemente en aquellos puntos que las Farc rechazarán para que todo siga igual y el candidato del Centro Democrático derrote en 2018 al de la Unidad Nacional. A la Patria “amada” se le ponen cachos cuando tercia el interés político.

El cuento de la paz sin impunidad, el de la no elegibilidad de los autores de delitos atroces y el de la entrega del país al castrochavismo, son la carnada para que el elector raso se la trague y vote por el aspirante que mejor cumplió la plana en esta competencia con ingredientes de paz. Puede ser otra vez el melancólico Óscar Iván, el renegado Carlos Holmes Trujillo o el joven y talentoso Duque Márquez.

Santos, por su parte, cumplió su anhelo y, a pesar de la mermelada, recibirá una medalla de “oro ético” en diciembre. Los analistas internacionales lo ven claro: “El Nobel no garantiza un final feliz”.

carvibus@yahoo.es

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