Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

29 de enero de 2017 12:00 AM

Sin mucha extrañeza, la opinión ciudadana recibió el alto nivel de desaprobación (70%) del alcalde Manuel Vicente Duque por la distancia entre la dinámica de la sociedad cartagenera y la lentitud con que la Administración y el Concejo Distrital reaccionan ante sus problemas y calamidades, sin contar errores de criterio que no dependen del régimen legal ni de la planeación como instrumento técnico al servicio de la Política, así, con mayúscula.

Muy equivocados anduvieron los gremios que, a mediados de diciembre, se derramaron en elogios a la gestión distrital, más por su interés sectorial que por la imparcialidad que debió guiar su punto de vista. De nuevo la rendición de cuentas se estrelló contra la precariedad de los resultados valorados por la gente que no los vio suficientes en comparación con las necesidades.

Celebramos la satisfacción en general con el servicio de Transcaribe, que es bueno, pero deploramos que se haya impuesto un pico y placa para carros particulares los sábados y otro de 24 horas para taxis vulnerando el derecho al trabajo. Los sábados en la mañana y por las noches disminuye la congestión vehicular y, por eso, pierde asidero la medida restrictiva. Detalles que no escapan fácilmente a quien conozca los intríngulis del buen gobierno.

Preocupante que la percepción de los cartageneros mantenga en alto el nivel de corrupción y continúe observándola en aumento. Con corrupción, no se descarta que megaobras tan importantes como el Plan Maestro de Drenajes Pluviales y la Quinta Avenida de Manga se afecten si el flagelo incide en la contratación. Ojo con los consejeros en la sombra. Ojo con los aduladores que, con el desarrollo de la ciudad de pretexto y con ínfulas de patriarcas, andan en pos del decreto o resolución que les acarrean beneficios.

Yo creo en la sinceridad, la buena fe y el civismo del alcalde cuando afirma que las malas notas le servirán para mejorar. Pero necesitará, en la soledad del poder, madurar decisiones que no solo le retribuyan favorabilidad e imagen, sino a sus gobernados la certeza de que sus impuestos se traducirán en desarrollo urbano y protección a los bienes y rentas del Distrito. Con esa finalidad se instituyó la descentralización que “fortaleció” la democracia local.

Es necesario que converjan, pues, las estrategias y los principios en la revisión que se espera del gobierno de Duque para que la inversión de los recursos repercuta en la consistencia de los avances institucionales, la calidad de las obras ejecutadas y la eficiencia de los servicios prestados. En educación, por ejemplo, las fallas en la infraestructura comienzan a dificultar la cobertura y, por ende, el vigor de la enseñanza. En la salud, las quejas de los usuarios hablan por sí solas. Hay tiempo para enderezar el rumbo.

*Columnista

Carvibus@yahoo.es

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