Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

14 de mayo de 2017 12:00 AM

Es tiempo ya de comparar con la farándula el modo de actuar de los senadores del Centro Democrático. Con excepción de José Obdulio Gaviria, que es el ideólogo del partido, al resto de la representación, entre caballeros y damas, dieciocho en total, les dicen los “Yo me llamo”.

Cada vez que pronuncian un discurso o dan una declaración, parece que antes de comenzar se oyera de sus labios la expresión: “Yo me llamo Álvaro Uribe”, estén en el recinto del Senado, en la Plaza de Bolívar o en el templo cristiano donde celebran sus convenciones. En la misma línea andan el quemalibros Alejandro Ordóñez y la “realmente” locuaz Marta Lucía Ramírez. Desde Simón Bolívar hasta Andrés Pastrana, no hubo amigos políticos de los presidentes que quisieran meterse en el cuerpo de su jefe para no perder su autenticidad.

A mí me gusta esta falta de autenticidad y me divierte la devoción misional de los fieles imitadores del condotiero. Nadie osa intervenir sin copiar las morisquetas y la circunspección del severo orientador de ese rebaño de virtuosos, en particular cuando la ira le brilla en los ojos. La perfección que alcanzan cuando el coro repite los clichés sobre la impunidad pactada con la banda terrorista, el reguero de sus crímenes y la entrega del país al castrochavismo, es de histriones duchos. Al terminar, se pavonean como si acabaran de inventar lo que dijeron.

Hay muchos colombianos que han hecho el ejercicio de observarlos sin perderles el rastro. Sin embargo, no han merecido los honores periodísticos, ni las referencias analíticas de humoristas de opinión como Daniel Samper Ospina, Luis Noé Ochoa y Poncho Rentería. Debe ser porque entre los “Yo me llamo” hay rivalidades insalvables. Paloma Valencia brega para no dejarse quitar el primer puesto de Jaime Amín y por eso culminó en el paroxismo el sábado de la convención.
La verdad es que hombres y mujeres del CD lo hacen bien. A veces exageran un tanto porque lucen más energúmenos que Uribe y se les desfigura el parecido.

Pónganle la pupila al senador Ernesto Macías, a la representante María Fernanda Cabal, a Iván Duque, a María del Rosario Guerra y a Paola Holguín. Viéndolos con detenimiento, sobreactúan. Nada, por lo demás, que les dañe la tarea ni que opaque sus méritos. Amparo Grisales les diría: “Ustedes se llaman Álvaro Uribe”.

Carlos Holmes Trujillo no se esfuerza como Rafael Nieto o Fernando Londoño por imitar a su jefe. Piensa que su empaque es de par, no de subalterno, y lo exulta la certidumbre de que él y Luis Alfredo Ramos son las dos cartas del CD con boleto para la final, ínfula de mal pronóstico pues si abandonó al Liberalismo que le había dado todos los honores por una embajada con la que Uribe compró el voto de su hermano José Renán para la reelección, imagínenlo ya no de Carlos H. sino de Carlos V. 

carvibus@yahoo.es

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS