Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

31 de diciembre de 2017 12:00 AM

No son de la misma naturaleza los motivos que tengo para no olvidar el año viejo que los que tuvo el autor del porro que lleva ese título. Uno de los míos es que me prohibieron el café con leche por razones de salud. Lácteos no, me dijo la dietista, tajante y antipática, ni terciados con cafeína. De seguro se me reflejó en el rostro el desagrado con su tonito porque, a renglón seguido, agregó con una risita desganada: “Le sobrará tiempo para desquitarse”.

En un libro titulado “El minutero”, el escritor y poeta Ramón López Velarde sostuvo que Edipo reconocía la ternura materna en el café con leche. Desde entonces, las buenas madres –y Yocasta no era la excepción– les chachareaban a sus hijos, mientras desayunaban, que “no dejaran de tomarse el café con leche”. La rubiácea, originaria del África oriental, ha sido, aún en la mitología, inseparable de la primera bala alimenticia del día.

Lo que no refirió López Velarde fue que él elevó, a la categoría de sacerdotisa del café con leche, a Carmelita Jiménez Lara (tía de José Alfredo y prima hermana de Agustín), la propietaria y maître de la Heladería Tacuba, donde se metía con sus amigos a tertuliar. López sucumbió a los encantos de Carmelita, y la juzgó merecedora de las artes de la conquista, de los honores de la seducción, no de la grosería de acosarla sexualmente o de pellizcarle las posaderas.

El hombre entró en acción, con los hierros de su talento y su cultura y con la compostura que aprendió en el hogar paterno. El despliegue lo inició el 31 de diciembre tibio y diáfano de 1919, con un derroche envidiable de buenas maneras. Carmelita lo notó y no demostró el más mínimo disgusto por la mesura con que el enamorado audaz, que era casado, adelantó su propósito. Ella le dio cuerda sin mostrar su carta ganadora.

Cuando las cosas llegaron al lugar justo de una decisión inevitable, Carmelita le puso a don Ramón los puntos sobre las íes. No, mi querido amigo, yo soy, por voluntad suya, sacerdotisa del café con leche y usted pretende pasar de allí al pan y a los jugos naturales. Pero…soy jerezana, como usted, y a las jerezanas nos gusta llegar doncellas al matrimonio.

Ese revés dio origen a un libro póstumo del poeta: “El león (así lo apodaban) y la virgen”.

Arturo Facio Lince distingue, con argumentos más mundológicos que teológicos, entre sacerdotisas y monjas. Son más férreas, a su juicio, las sacerdotisas, detalle que ignoraba u olvidó López Velarde. Arturo, en cambio, evoca con nostalgia los hábitos monjiles desde que vivía en el Mompox de sus quereres.

Anteayer, antes de escribir esta columna, la dietista me pilló tomándome un cappuccino en el Juan Valdez de la San Martín a las 10 a. m. Me repitió tajante y antipática: “Eso es un lácteo con cafeína”. No caí en cuenta que el tal cappuccino es café con leche sofisticado.

*Columnista

carvibus@yahoo.es

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