Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

30 de noviembre de 2014 12:02 AM

Para definir el destino que se le daría al lote que deja la Base Naval en Bocagrande, habrá que tener en cuenta muchos factores que tornan compleja una decisión que, sin duda, será crucial. El mayor problema es que hay intereses muy poderosos que, de imponerse, terminarán sacrificando el interés general y acumulándole perjuicios al resto de la población, cosa que se repite con la tolerancia invicta de las flamantes Curadurías.

Bocagrande, El Laguito y Castillogrande son tres zonas saturadas de cemento y hierro, que fueron densificándose en medio del desorden administrativo mejor organizado del país, sin reparar en la insuficiencia de servicios básicos como el acueducto y el alcantarillado, y con consecuencias que se padecen y permanecen sin atención oficial. Antes no hay epidemias por el agua salada con caca que se desborda en cada subida de marea.

Es comprensible que constructores e inversionistas aprovechen todas las oportunidades del mercado inmobiliario, pero no a costa de tantos activos físicos y urbanísticos que la ciudad debe preservar. Las hectáreas que ocupa la Base Naval tienen que servir para morigerar el apiñamiento de los tres barrios citados, no para agravarlo, pues parece que los gobiernos nacional y distrital no coinciden en un propósito claro, tal vez por fuerza de las presiones.

Tonifica, si se mantiene firme, lo dicho por el alcalde: que el predio urge una destinación que equilibre y no que anarquice. Ya veremos qué se hará para que la solución convenga a la movilidad en el sector, al aire que se respire, a la conservación del paisaje y a la adecuación de nuevos espacios recreativos, entre otras cosas porque el Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) necesita el aval definitivo del Ministerio de Cultura.

Pero corre de boca en boca la noticia de que en el lote donde comienza el paseo peatonal se levantará, con permiso de la Capitanía, un edificio de cuarenta pisos. De ser así, tendremos otra Matuna, porque semejante mole estorbará cualquier intento de proyectar cambios aconsejados en un área propicia para que la ciudad, rellena de pisos por todas partes, respire a través de ese pulmón que nos reservó la querencia de los marinos, durante ochenta años, como tabla de salvación

Bueno que los concejales Guerra y Múnera agitaran la discusión, y que la viceministra de Cultura saliera del escritorio a ver la realidad, porque resultaría imperdonable que hoy, con tantos ojos vigilantes, un grupo de negociantes emprendedores, pero sin civismo en la epidermis, supliera la soberanía que el pueblo cartagenero delegó en su personero político y el control regulatorio que incumbe a las autoridades nacionales.
*Columnista

carvibus@yahoo.es
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS