Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

11 de enero de 2015 12:00 AM

Contagioso el optimismo con que el secretario de Infraestructura sustentó la labor del gobierno distrital en 2014. Pero, además, terminante el tono sobre la vigilancia que su despacho practicará a los contratistas por tramos de pavimento. Al fin la malla vial y los andenes dejarán de avergonzarnos tan pronto los especialistas vigilados fundan el concreto, y las avenidas y las calles de la ciudad adquieran un aspecto menos grosero que el actual.

Eso está bien y no cuesta nada reconocerlo. El optimismo alegra las grandezas del corazón que la boca cuenta. Sin embargo, no es la oportunidad de saber, a ciencia cierta, si por cada metro cuadrado que se vigile con la intención de batir un récord de velocidad, se bata otro de calidad y consistencia de las obras, lo mismo en el centro histórico que en El Bosque o en El Pozón y Villa Fanny.

Mal que bien, si en torno de 285 frentes de trabajo zumban tantos miles de millones de pesos, es normal que suba la confianza ciudadana en sus autoridades. Por lo mismo, hay que arrimar a los esfuerzos en marcha la expectativa de que unas inversiones tan cuantiosas garanticen por años la erradicación de los huecos, el saneamiento básico, los muros de contención en Zaragocilla, el tope a la erosión en Tierrabomba, y resultados más decentes en escuelas y colegios donde se formen juventudes y no que las gradúen con diplomas a la ignorancia.

Estimula que el alcalde no esté satisfecho con el nuevo mapa de realizaciones y anuncie más acción. Eso sí, que no sea sólo para cortar cintas antes de entregar los arreos, sino también para detener desafueros urbanísticos como el proyectado junto a la Base Naval, que es otro enema que la codicia nos aplica a los partidarios de desembotellar la zona turística de Bocala, donde la Secretaría de Infraestructura ha sido menos diligente con las mareas que la Capitanía del Puerto y una de las curadurías con los permisos.

Queremos con las hectáreas de la Base, además del tono terminante de las declaraciones, un acto de carácter que haga respetar la soberanía que el pueblo confía a sus gobernantes.

Cartagena, por lo que es y por lo que representa, merece una sociedad normalizada, no anómica, por encima o a la par del ruido de mezcladoras y rodillos, pues la explosión urbana que ha sufrido como consecuencia de los desplazamientos y las migraciones traumatizó la convivencia entre sus clases, y lo que urge a su estabilidad es que burguesía y pueblo convivan sin yuxtaposiciones afrentosas.

Una última insinuación: extendamos la visión futurista de Expociudad 2015 a los racimos humanos de pobreza de la Cartagena marginada para que espanten su resignación a ser enterrados vivos.

carvibus@yahoo.es

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