Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

03 de mayo de 2015 12:00 AM

Nunca había sentido yo a Colombia más traumatizada, confundida, a la deriva y corrompida como ahora. El país va por un lado y sus instituciones por otro. Los gobernados rodamos por una calzada y el Gobierno por la misma pero en dirección contraria. Lo peor de todo es que nuestros dirigentes viven convencidos que la solución es despedazar, cada dos legislaturas, unos cuantos títulos de la Constitución.

El argumento que daban los sabihondos para suprimir, desde hace doce años, el Consejo Superior de la Judicatura, era el de que seis magistrados no podían manejar uno de los tres órganos del poder público en materias como el plan de desarrollo, la ejecución presupuestal, el tropel de los recursos físicos y pare de contar. Hablaban de sustituir a los jurisperitos por un supermán infalible con PHD en Ingeniería Industrial, Administración de Empresas o Economía.

Sin embargo, casi al cuajar la panacea del equilibrio de poderes, vinimos a descubrir que la sala de seis magistrados será reemplazada por una Comisión Nacional de Gobierno y Administración Judicial, un Consejo de Gobierno Judicial y una Junta Ejecutiva Judicial. Y en lugar de una gerencia para el supermán infalible, una segunda con el nombre vistoso de Dirección de la Magistratura. Una corrida bufa.

Las causas reales de la crisis, como la congestión judicial, el déficit en el financiamiento de necesidades nuevas y la morosidad inveterada en los procesos que cursan en todas las jurisdicciones, no sonaron ni tronaron en los debates. Habría que esperar a ver con qué sale la ley estatutaria que las tres nuevas colegiadas, las dos gerencias y los ministros del Interior y de Justicia preparen para estrenar el milagroso rediseño del doctor Santos.

Perspectiva: cuando choquen los tres nuevos trenes y se descarrilen los vagones de las dos gerencias (que se ganarán en comodato los senadores Roy Barreras y Hernán Andrade), el despelote en fragua suscitará conmovedoras añoranzas, incluyendo presencias como las de Jorge Pretelt, Henry Villarraga, Ovidio Claros y María Emma Garzón, criaturas selectas del bolígrafo “regenerador” del expresidente Uribe. Entre tanto, la cercanía del ciudadano a la Justicia continuará siendo una primorosa quimera de los idiotas que se creen el cuento.

Volvemos a lo de siempre: ni la sábana calienta ni el sofá es el infiel. Al magistrado probo le importa una higa quién pueda juzgarlo mientras administre justicia en derecho y no vendiendo sentencias. El que delinque, en cambio, patalea si borran de su plan de vuelo la garantía de impunidad. Si el Tribunal de Aforados termina preteleando, entonces sí, “la caga el rey y la caga el papa porque de cagarla nadie se escapa”.

carvibus@yahoo.es

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