Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

01 de noviembre de 2015 12:00 AM

Si de algo pudo ser ejemplo vivo Ramiro de la Espriella fue de rebeldía. La llevó encima y a todas partes. Fue un engarce perfecto entre el hombre y su conducta. Por eso, siendo un aristócrata engreído, halló de joven cobijo político en la extrema izquierda, pues actuó como comunista de carnet y militante fiel hasta el día en que comprendió que los discípulos de Carlos Marx no tenían futuro en la Colombia de los años cincuenta del siglo XX.
Los estudios superiores a la sombra del maestro Ricardo Hinestrosa Daza le redujeron el radicalismo de la juventud y lo enrumbaron hacia la filosofía de las libertades, luego de que su admiración por Lenin y Trotsky lo alejara de la imagen sombría que exportaba Stalin como gobernante y, peor aún, después de haber suscrito su pacto con Hitler.
En la política criolla de entonces, De la Espriella quedaba cerca del socialismo de Gaitán, sin que lo desagradara el liberalismo avanzado de López Pumarejo. Pero, en últimas, la derrota de 1946 cambió muchos planes de muchos liberales desencantados, y nada paliaba mejor ese giro adverso que una beca para especializarse en Europa.
A Europa llegó De la Espriella con otro carnet, el que lo acreditaba como corresponsal de El Espectador, en momentos en que Churchill y Aneurin Bevan se agarraban los cuellos por adueñarse de la opinión británica, en medio de las tensiones de una Guerra Fría que se calentaba con la polarización Este-Oeste.
Cuando De la Espriella tuvo en la mano un certificado del London School of Economics y otro del Instituto de Administración Pública de Paris, regresó a buscar una curul por Bolívar a la Cámara de Representantes. Clasificó en la convención liberal que votó las listas, pero el bolígrafo implacable de Alberto Lleras, que hizo destrozos en Bolívar, lo bajó para la Asamblea Departamental y hasta allí le duró la disciplina.
Fue de los fundadores del MRL. Los primeros años fueron de unidad y mucha agitación de ideas, un buen programa (El Plan de Enero) y un periódico combativo, La Calle. Estuvo tres períodos de dos años en la Cámara. Más tarde afloraron las dos líneas: la blanda y la dura, y Ramiro estaba, claro, en la dura porque al rebelde se le había sumado el iconoclasta y su relación con López Michelsen terminó en un enfrentamiento insuperado. Sólo él y los emerrelistas que ya habían muerto en 1974, cuando López fue elegido Presidente, no figuraron en el Gobierno. Digno y erguido atravesó el desierto, activando su inconformidad sobre la arena.
El iconoclasta De la Espriella volvió a El Espectador, donde demostró, igual que en sus libros y en la cátedra, que analizando la política era tan brillante como duro con los políticos que se congregaban por las ideas y se apartaban por los intereses. Descanse en paz.

carvibus@yahoo.es

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