Columna


Máquina de la memoria

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

25 de octubre de 2017 12:00 AM

En uno de sus poemas más citados en antologías, el “Poema de los dones”, Borges afirma que un mundo que se deforma y se apaga es esencialmente parecido al sueño y al olvido. Aquella frase había sido su forma personal de valorar las tinieblas en las que poco a poco iba adentrándose por culpa de la ceguera. Sin embargo, esta también podría ser una frase que va más allá del círculo íntimo del poeta: podría ser un mensaje invertido que advierta de las consecuencias fatales del olvido, donde el acto de olvidar es semejante a apagar y deformar un mundo.

En la novela Cien años de soledad, García Márquez narra un episodio con implicaciones similares. Se trata del capítulo que se refiere a la peste del insomnio, una enfermedad que suprime las ganas de dormir entre los contagiados y que con el tiempo va borrando todos los recuerdos hasta consumir la consciencia de las personas, sumiéndolas en “una especie de idiotez sin pasado”.

Teniendo en cuenta los ejemplos anteriores, es posible concluir que para el caso en cuestión tanto Borges como García Márquez convergieron en la idea de que la desmemoria es un camino directo hacia la pérdida de la identidad y del significado de la geografía que nos rodea. Es una ceguera espiritual donde la oscuridad no se produce por la falta de luz sino por la ausencia de la nostalgia.

Por eso siempre celebro las iniciativas públicas y privadas que nacen con el propósito de rescatar el legado de personalidades cuya obra generó (y sigue generando) un impacto cultural en el planeta. Es el caso del Centro Internacional para el Legado de Gabriel García Márquez, un proyecto en desarrollo de la Fundación Gabriel García Márquez para un Nuevo Periodismo Iberoamericano en alianza con el MinTIC. Este centro, apodado amistosamente Centro Gabo, busca generar una apropiación social del conocimiento a partir de las varias facetas de García Márquez a lo largo de su vida, tales como el escritor de historias fantásticas, el periodista comprometido con la verdad y la ética, el pedagogo que lucha por el desarrollo de las vocaciones tempranas en los niños, el tenaz defensor de los derechos humanos o el incansable buscador de la paz en Colombia.

Conocer el legado de quienes nos anteceden es una forma de conocernos a nosotros mismos, un método para sentar las bases de nuestro propio legado cultural. Si olvidar es apagar un mundo, recordar supone encenderlo, mantenerlo activo y en movimiento. Hagamos del Centro Gabo una máquina de la memoria que sirva para protegernos ante los embates de este nuevo siglo. Que sean cien años de descubrimiento, no de soledad.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

@orlandojoseoa

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