Columna


Marcela Espejo

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

29 de septiembre de 2015 09:24 AM

El  rifirrafe que malogró el sueño bolivariano de una patria que incluyera a Colombia, Venezuela y Ecuador, ocurrió entre las enaguas de Marcela Espejo, una adolescente alegrona. La historia comenzó cuando se fijó en ella Leonardo Infante, de 26 años de edad, un aguerrido militar venezolano con la Orden Cruz de los Liberadores, ya había participado en varias batallas en la Guerra de la Independencia, en la que había demostrado su valentía.

Infante, quien era beodo, procaz y malgeniado se enamoró perdidamente de Marcela, de 15 años, bonita y coqueta, “virtud” heredada de su madre Carmen, de vida licenciosa. Y como era previsible Marcela le fue infiel. El elegido fue el  teniente Francisco Perdomo, venezolano, quien fue atrapado una noche por Infante haciéndole requiebros amorosos y caricias a la Espejo por lo cual hubo una trifulca verbal.

Al día siguiente, 24 de julio de 1824, Perdomo fue encontrado asesinado de un sablazo en la cabeza y acusaron a Infante del crimen. Un tribunal militar condenó a muerte a Infante. El proceso se anuló y se inició con otro jurado compuesto por 2 venezolanos y 3 neogranadinos: los primeros absolvieron, dos neogranadinos condenaron y el otro votó por el presidio. Entonces se nombró conjuez a José Joaquín Gori, quien votó a favor de la pena de muerte. Miguel Peña, presidente del tribunal, se negó a firmar la sentencia.

Santander llevó el caso a la Cámara de Representantes que no solo suspendió a Peña de su cargo, sino que este tuvo que pagar el salario de su sustituto. Infante fue fusilado y antes de la ejecución dijo: “Este es el pago que se me da. Dicen que Infante es aborrecido en la ciudad de Santa Fe; levante alguno la mano y diga en qué lo ofendí. Yo voy al suplicio porque soy un hombre guerrero, pero no por haber matado a Perdomo. Soy el primero, otros seguirán detrás de mí”.

Peña se sintió agraviado y cuando hubo la revolución de La Cosiata (1826), liderada por Páez (que culminó en separación definitiva de Venezuela en 1830), Peña era uno de los que le calentaban el oído a Páez contra los neogranadinos. El odio de los gobernantes venezolanos contra Colombia era tan grande que llegaba hasta Bolívar, quien era caraqueño pero, vivía en Colombia.

Cuando El Libertador murió, el 17 de diciembre de 1830, el gobierno de Venezuela expresó: “Bolívar, el genio del mal, la tea de la anarquía, ha dejado de existir”. Marcela Espejo desunió la república naciente y tuvo un papel contrario al de la bellísima condesa de Castiglione, de quien se dice que entre sus piernas se forjó la unidad italiana, ya que se acostó con Napoleón III por sugerencia de Cavour, para obtener su ayuda en esto. Pero ese es otro cuento.
 

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