¿Qué es un marrullero? ¿Que saca provecho político de sus marrullerías, diciendo medias verdades o medias mentiras y presentándolas como verdades absolutas? Este es, en las últimas semanas, el método adoptado por el senador Álvaro Uribe. Un ejemplo: el cuento de los 2 millones de dólares de los narcos que habrían contactado al inefable J.J. Rendón y entrado a la campaña de Juan Manuel Santos en 2010.
La ambigüedad de sus declaraciones es marrullería. Dice tener pruebas, dice que sólo se las dirá al Procurador, que recusará a Fiscal y vice Fiscal general porque lo persiguen. Lo citan tres veces. Y en la tercera, adopta la más cínica conducta: lustrarse los zapatos en lugar de declarar sobre una acusación que si no tiene pruebas le haría daño a Óscar Iván Zuluaga.
Contratan un hacker para la campaña de Zuluaga, la Fiscalía lo pilla con las manos en la masa y lo detiene, acusándolo de actividades criminales. Se destapa la olla de grillos: el “director espiritual” de la campaña Z renuncia, pero antes debe aceptar que pretendió ponerle una trampa informativa a Rodrigo Pardo y a RCN.
La marrullería se repite: dice que entregará “la verdad” al Procurador General el 5 de junio, cuando se haya realizado la primera vuelta y muchísimos hayan creído en el infundio. Lo que asquea no es solo esto: en su última visita a la Fiscalía, el ex presidente exhalaba un aire triunfal: se estaba pasando por la faja a la Justicia.
Ducho en marrullerías, tira la piedra y esconde la mano: acusa y no prueba. Lleva años viendo entrar a las cárceles a sus amigos y antiguos aliados y limpiándose las manos. Vio llegar los monstruosos episodios de las “ejecuciones extrajudiciales” y escurrió el bulto. Los fiscales de la época (2002-2010) nos deben un informe detallado sobre los efectos colaterales de sus redes de cooperantes, de su política de recompensas, sobre el número de colombianos acusados de guerrilleros por “testigos” amañados, asesinados luego por los paramilitares.
Es cierto: arrinconó militarmente a la guerrilla. La arrinconó pero no la derrotó por la sencilla razón de que esta clase de guerra no se gana ni se pierde y solo tiene una salida en la negociación política. Ahora, su arma política es un catecismo de falsas noticias sobre el proceso de paz, de pronósticos catastrofistas sobre lo que vendría si se firma la paz con las Farc.
Uribe, su gente, su candidato y su bancada parlamentaria, llegan al ridículo de decir que Santos es una ficha del castrochavismo. ¿A quién se le ocurre confundir a un defensor de la economía de mercado, neoliberal en muchos sentidos, con el caballo de Troya del comunismo? Ellos saben que es mentira, pero la mentira da dividendos en un país que él hipnotizó con su matonería.
*Escritor
collazos_oscar@yahoo.es
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