Columna


Más allá de “El Paisa”

CRISTO GARCÍA TAPIA

02 de noviembre de 2017 12:00 AM

Antes y después y ahora con la salida, “por razones de seguridad”, de Óscar Montero, “El Paisa”, de la zona veredal de Miravalle, cuanto deja al descubierto y en profundidad esta salida y vuelta a casa, es que el Acuerdo de Paz suscrito entre el Estado y las FARC- EP, no ha encontrado la entrada ni la salida que dé en el cumplimiento por parte del Gobierno de cuanto se comprometió en La Habana, y ratificó en Cartagena, con una fuerza guerrillera que, a su vez, comprometió su desmovilización y la dejación de sus armas para incorporarse a la lucha política.

Cuanto está sobreviniendo pareciera que hubiese sido “diseñado” para que ocurriese tal cual se está desarrollando en el tiempo real del proceso y no del modo como acordaron, pactaron y suscribieron las partes que dieron en poner fin, mediante acuerdo con fuerza constitucional y de ley, al conflicto armado de más de medio siglo que nos traía acogotados a los colombianos a punta de balas, violencias múltiples, crímenes y merma creciente del aparato productivo nacional.

Más allá y acá de si un comandante, mando medio, combatiente desmovilizado entró, salió, volvió o no, a su lugar de concentración, que no de reclusión ni detención, apenas si viene a ser prosaico, accesorio, en este trascendental asunto de la paz, el postconflicto y la inserción en la vida política del país, en la institucionalidad y la sociedad en su conjunto, de un vasto número de colombianas y colombianos excluidos de todo y en todas en razón de su ideología, opción y militancia política, no afines a las consentidas históricamente por el sistema, poderes e intereses prevalecientes.

Si todo se redujera a las salidas y entradas de combatientes desmovilizados a sus zonas veredales, incluso a su deserción del proceso, y no es lo deseable después de tanto pulso que hemos hecho por la paz, la situación no pasaría de ser episódica, propia de las dinámicas inherentes a este tipo de emprendimientos, pero la cosa es mucho más seria y de implicaciones imprevisibles y nada venturosas para el país.

Que “El Paisa”, o cualquiera de los guerrilleros desmovilizados en ellas salgan o entren a las zonas campamentarias no es lo grave, ni lo que pueda dar al traste con unos acuerdos que, eso creíamos los colombianos, se concibieron para el fin supremo, imperativo en nuestra Constitución, de la paz.

Es su incumplimiento en componentes determinantes para su continuidad y conveniencia colectiva cuanto está llevando a la  encrucijada que dará en liquidarlos y devolvernos, por enésima vez, al estado morboso de la violencia, a la guerra, al exterminio de las nuevas organizaciones políticas surgidas bajo su amparo renovador, al estancamiento a perpetuidad  de la economía y del aparato productivo en su conjunto.

@CristoGarciaTap

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