Columna


Matar a Petro

CRISTO GARCÍA TAPIA

08 de marzo de 2018 12:00 AM

O, a Uribe.

Para el fin siniestro y malhadado del establecimiento, del régimen, que incluye a las mafias de distinto origen que lo conforman, uno u otro, da lo mismo.

El medio, que, para el fin perseguido en la presente contienda electoral por la Presidencia de Colombia, periodo 2018 - 2022, es el candidato, da igual.

O, hipotéticamente, Fajardo, De la Calle, Ordóñez, Marta Lucía Ramírez, Iván Duque o Timochenko.

Cuanto se persigue como fin es crear el caos, provocar violencia e incertidumbre, perturbar la convivencia y anarquizar la sociedad, con tal de, sin importar los medios, mantener el poder en manos de aquellos grupos, clase, personas, gremios, mafias, instituciones, afines en sus intereses, ideología, e identidad política.

Desde el atentado personal, pasando por la violencia política y el terrorismo de Estado, ha sido constante en la sociedad colombiana el padecer en distintos periodos de su historia contemporánea el rigor indiscriminado de estos métodos, a tal punto que los últimos veinticinco años del siglo XX se caracterizaron por ser uno de los periodos más violentos de cuantos registran los anales de la violencia política, social y económica en Colombia.

Un país, que no nación, cuya génesis y desarrollo han estado signado por la desigualdad, la exclusión y las violencias de orden social, económico, político y cultural, en las cuales se justifica y reproduce; inducido a la intolerancia y el sectarismo por unas elites políticas y económicas, y fragmentado en lo territorial y humano, en su ethos, por unos “señoríos” cerreros, opuestos a formas básicas de democracia inclusiva y pluralidad política, es un país siempre propicio a ser sometido por el terrorismo, la agresión y el poder confiscatorio de su voluntad, por las distintas mafias que confluyen en ese monstruo que Álvaro Gómez, el hijo de Laureano, llamó, pero nunca definió ni identificó, como “el régimen”.

El mismo, sí, que, a través de su brazo aliado, armado y poderoso, las mafias, acabó por asesinarlo, igual que a los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, para mitigar el riesgo de interrumpir, por la vía democrática del voto, su poder hegemónico, excluyente y clasista de doscientos años.

Y, como ahora se pretende hacer con Petro, y antes con Gaitán, ocasionar por la vía del atentado personal y el terrorismo de Estado aliado con las mafias políticas, un magnicidio para crear caos, generar violencia, anarquía y represión, e impedir que cuanto de inclusión social y política, igualdad y equidad, transformación de la democracia, la función pública, la economía y el aparato productivo propone Petro, sea de nuevo la más grande frustración para la sociedad colombiana y para la democracia.

*Poeta
CRISTO GARCÍA TAPIA*
@CristoGarciaTap
 

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