Ha sido enorme el número de casos de matoneo contra estudiantes tildados de nerds; de gordos, según estándares actuales; faltos de liderazgo; de temperamento taciturno, o simplemente diferentes al resto del curso, cosa que ni los compañeros, ni los docentes, aceptan o respetan.
Al respecto, el legislador logró otorgarle un capítulo especial en la ley de Infancia y Adolescencia frente a las entidades educativas. Como ya, quien escribe ha manifestado antes, no siempre es el Estado, el que debe intervenir en todas las relaciones intrafamiliares, sino que muchas disfuncionalidades quedarían de lado si la familia cumpliera un papel proactivo y sensato en la educación de sus hijos. El problema radica en que los mismos padres son personas que no han alcanzado su propio estadio de madurez sicológica tal que les permita ejercer la paternidad con responsabilidad, para no transmitir a sus hijos sus propios problemas multiplicados a la enésima gravedad.
Si bien muchos de esta generación crecimos en medio de una mezcla de autoritarismo educativo y algo de participación guiada, como modelos educativos, en la que nos movíamos entre el hecho de no poder manifestar nuestras opiniones, al lado del acompañamiento de los padres en la toma de éstas, dando como producto a unos seres que se mueven entre la sicorigidez que caracteriza nuestros actos, y la permanente sensación de una recién estrenada libertad para actuar, que se dan frente al primer modelo; y, en el segundo, que da como resultado a individuos capaces de crear puentes equilibrados entre la información descubierta y la recibida en el entorno social en que se desenvuelve, en la que la intersubjetividad juega un papel esencial en el respeto de los intereses propios y los de los demás.
Lo anterior, dado quizás por el enriquecimiento que vivió Colombia desde la década de los 70, proveniente de la “cultura traqueta”, es como las generaciones de hoy crecieron dentro de la filosofía de la felicidad instantánea, o sea, al alcance de los pensamientos, porque si bien antes no conocíamos de tantas comodidades materiales con todas sus influencias, ahora, contrario a ello, queremos que nuestros hijos tengan todo lo que no tuvimos, dando como resultado unos seres egocéntricos; incapaces de condolerse; de conmoverse ante las injusticias; de donar su tiempo y sus espacios a los que los necesitan, iniciando por sus propias familias; que conocen de sus propias necesidades pero no de las ajenas; seres que solo conocen de derechos, pero no de obligaciones, educados en cultura permisiva. Del permisivismo, de la intolerancia a las frustraciones, del no respeto a las diferencias, y, de los oprimidos, nacen los practicantes del matoneo.
De la adecuada formación depende el camino que guía la vida de los hijos. La ley es una ayuda invaluable que establece límites, pero la formación en el hogar es imprescindible, definitiva y eterna. Como decía Elías C. Pompa: la educación no permite, cuando se está crecido, ser el juguete vulgar de las pasiones, así como tampoco el esclavo servil de los tiranos.
Por ello la Universidad Libre continuará con su labor de proyección social en los colegios, trabajando con los padres cartageneros.
*Directora Consultorio Jurídico y Centro de Conciliación - U- Libre de Cartagena.
tbarrozo@hotmail.com
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