Para evitar el “castrochavismo”, o la política de mercado socialista, hay que entenderlo, no temerlo. Debemos dar un debate objetivo en la realidad colombiana, y tener herramientas conceptuales para forjar las nuevas instituciones a las que nos obligan los inevitables cambios que vienen. Acudimos, en principio, a los textos de Andrei Shleifer y Robert Vishny sobre mercados socialistas.
¿Cuándo debe intervenir el gobierno el mercado? El primer modelo a desechar sería el totalitarismo, o control absoluto de una persona, con una elite, sobre las decisiones políticas y comerciales. Bajo intereses altruistas y mercado de equilibrio perfecto, modelos como la Unión Soviética o la China de Mao funcionarían, pero la historia indica que quien manda monopoliza las cadenas de producción e invierte los ingresos en fuerza pública para conservar su frágil poder, fracasando la economía.
Los modelos democráticos, con sus errores, son los menos malos. El voto de las mayorías nunca trata de establecer gobiernos eficientes, sino plasmar unos intereses en ese gobierno. Esto no es malo si no hay costos de transacción de intereses, pero al insertarse los “lobistas”, sus inversiones tornan la balanza. Combinando este principio con que toda empresa pública, por más controles que haya, siempre sufrirá de influencia política, resulta en mercados ineficientes y desiguales.
¿Cómo demostrar que los gobiernos democráticos hacen más daño en el socialismo que en el capitalismo? Cuando los gobiernos controlan las empresas tienen más capacidad de dirigirlas a sus intereses políticos que los gobiernos que deben negociar con los propietarios de estas empresas, dándole a grupos de interés mecanismos de presión sobre el sector público para generar equilibrio. A grosso modo, las democracias socialistas tienen un enorme flujo de caja para construir industrias ineficientes (como la Armada rusa), mientras el margen de maniobra de las democracias capitalistas es muy pequeño al comparar el presupuesto público con el privado, quitando espacio a proyectos ineficientes.
Rusia tiene muchos millonarios, China tiene un mercado cada vez más competitivo y Cuba inicia negocios con EEUU, mientras Venezuela se derrumba. Superando el debate dogmático de izquierda y derecha y creando instituciones prácticas, habrá gobiernos que promuevan mercados competitivos e incluyentes, porque si el “castrochavismo” es malo donde la política controla el mercado, es igual de malo, como en Colombia, donde el mercado muchas veces controla la política.
jaime.hernandez@sciencespo.fr
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