Columna


Mi elección por la coherencia

JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA

15 de junio de 2014 12:02 AM

“No hagas ni digas nada que te impida mirarte al espejo cuando te estés afeitando”. Es un consejo de mi padre que siempre llevo presente y recordaré al depositar mi voto por lo que encarna Óscar Iván Zuluaga, algo que ya habrá sucedido cuando estas líneas lleguen a los lectores: ellos mismos habrán votado y el país habrá tomado una decisión de futuro.

La política, tan envilecida en nuestra patria, se nutre de la posición de los ciudadanos comprometidos con una visión de país expresada a través del voto. Y esa posición política individual, que favorece a uno u otro candidato, es un asunto de corazón y de convicciones, que no de personas y, menos aún, de prebendas, contraprestaciones o intereses disfrazados. Lo que pienso y lo que digo es lo que procuro hacer y, en este caso, lo que haré con mi voto.

Si Clara López dice un día ante al país que está “convencida” de que la paz no pasa por reelegir a Santos, porque él no es capaz de estructurarla, ocho días después no puede caer de bruces a gritarles a los colombianos que solo con Santos llegaremos a la paz. Si Petro, que no esconde sus aspiraciones para 2018, dice un día que Santos es un tramposo, no puede, pocos días después, desmantelar aún más el ya desmantelado Distrito Capital, y salir a entregarle su apoyo entusiasta. Si Claudia López afirma un día que “es imposible apoyar al presidente Santos” porque “no entiende nada”, está “desconectado de las regiones” y ha asaltado el presupuesto para hacerse reelegir, no puede, desde esa presunción de corrupción e incompetencia, cantar hoy su apoyo ni siquiera con el argumento de la paz. Ni qué decir del empresariado dueño de los grandes contratos y los grandes medios, que en la puerta del horno, le apuestan a preservar sus intereses, sin traumatismos.

No sé ellos, pero yo podré mirarme al espejo con tranquilidad el 16 de junio. Siempre habré ganado porque no renuncié a mis convicciones, las mismas que inspiraron mi decisión en 2010 por Juan Manuel Santos, cuando tampoco voté por una persona sino por lo que ella encarnaba.

Hoy mi credo es el mismo: el imperio de la Ley como máxima norma de convivencia y verdadera “llave” de una paz perdurable; la seguridad para todos como derecho inalienable y base para cualquier proyecto de desarrollo y de Nación; perseguir el delito en todas sus formas; el respeto a la legítima propiedad privada, la recuperación del campo como política de Estado y, por supuesto, creo en la puerta abierta a la negociación, mas no de la paz, que es un fin superior y colectivo, sino del fin de la violencia narcoterrorista, pero en el marco de la Constitución y la Ley, de la dignidad y la soberanía nacional, acordando con generosidad, es decir, dentro de un régimen de justicia transicional, la reincorporación de las Farc a la sociedad y a nuestro ordenamiento democrático, pero nunca transformar el ordenamiento a su acomodo, en contra de la Constitución y la Ley, y bajo el yugo extorsivo de las armas.

Esa fue mi elección en 2010 y me sentí traicionado. Esa es mi elección en 2014, hoy rescatada en la propuesta de OIZ, y sé muy bien que no me sentiré traicionado. Elijo por la coherencia.

*Presidente Ejecutivo de Fedegán

*josefelixlafaurie.e@jflafaurieditoriales@fedegan.org.co
 

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