Columna


Mirando hacia el suelo

RODOLFO DÍAZ WRIGHT

30 de noviembre de 2017 12:00 AM

Una joven turista que caminaba desprevenidamente por uno de los andenes de nuestras famosas plazoletas, tropezó, trastabilló y rodó estrepitosamente por el suelo, pero en ningún momento soltó la niña de dos años que llevaba dormida en sus brazos.

Adolorida, fue levantada por dos personas que la acompañaban, pero me llamó la atención que casi nadie se dio por enterado, especialmente, un grupo de hombres que, con la vista perdida, miraban a la distancia, sentados en bancas de cemento desportilladas.

“Uf docto, aquí se caen turistas todos los días. Esos ladrillos que pusieron en el piso se levantan, la gente se los lleva y quedan los huecos, donde los pobres turistas meten el pie y se caen”, sentenció una vendedora de vasos llenos de pedazos de patilla, que vio lo ocurrido.

“La gente de aquí no se cae porque está acostumbrada y camina viendo ‘pa’ bajo’, pero los que vienen a conocer la ciudad, se la pasan tomando fotos y viendo p’arriba y por eso meten el pie en los huecos”, complementó un vendedor de chance, convencido de haber descubierto una nueva ley natural.

Ninguno de los expertos en tropezones mentía. Nuestros andenes son unas trampas para desprevenidos. Además de estrechos, tienen cuanto obstáculo se le pueda ocurrir a nuestros constructores locales: tapas de alcantarillas, registros del sistema telefónico, registros eléctricos, postes llenos de cables, huecos y resaltos son apenas una pequeña muestra de la falta de control de calidad en las obras de la ciudad.

Todos los anteriores obstáculos vienen a ser ‘hermosamente’ complementados por los tenderetes de los vendedores, que, sin explicación, se apropian de las dos terceras partes del ancho del andén, enviando a los transeúntes a disputarse las vías con los vehículos. Es increíble que esto ocurra en una ciudad que se las ‘pica’ de turística. Pareciera que tanta hostilidad con propios y visitantes formara parte de la agenda turística de la ciudad.

Hablando en serio, turismo no es solo hacer foros, o llenar catálogos con fotos idílicas de nuestras bellezas naturales y hermosas morenas con jazmines en el pelo y rosas en la cara. Turismo también es adecuar nuestra ciudad para que sea amable, primero con los nuestros y luego con quienes nos visitan. Es muy triste ver a una persona accidentada por estos descuidos. La Administración distrital, la Gerencia de Espacio Público y la Gerencia del Centro Histórico, conviven con estas anormalidades y es hora de pasar a la acción. No es bueno que los turistas se devuelvan a sus lugares de origen con las rodillas raspadas.

La bella Mariela Rúa terminó de sacudirse las ropas, dio una última mirada a los borrachitos eternos, ensimismados en sus bancas de concreto, sonrió con tristeza y dijo sin más: tendré que aprender a caminar mirando al suelo… ya hoy me he caído dos veces.

 

 

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