Columna


Mírelo a los ojos

ALCIDES ARRIETA MEZA

28 de abril de 2017 12:00 AM

Míre a los ojos a cualquiera de los altos dignatarios del Estado, y pregúnteles si les gusta la corrupción, haga lo mismo con los beneficiarios de las grandes contrataciones públicas e interrógueles si se han enriquecido con la plata de todos los colombianos.

La actividad que propongo es perfectamente posible, la tecnología lo permite, por lo menos en relación con la primera pregunta y me atrevo a asegurar que encontrará respuestas sorprendentes.

Al ser preguntados, estos siniestros personajes de labios para afuera, contestarán que son personas absolutamente transparentes, honestas, que le sirven y que han servido al estado desinteresadamente y que jamás han pretendido enriquecerse con los dineros públicos. Cínicos.

El ejercicio pudiere resultar interesante, si se le preguntara también a la conciencia de estos señores, por ejemplo se le interrogaría, si se considera corrupta, si se siente que actúa como una ladrona. Es posible que como artistas de la mentira, la conciencia de estos seudos políticos y falsos empresarios, les haya respondido, no señor, soy pulcra, limpia, y libre de todo pecado.

Pero también es posible, que esa misma conciencia, diga la verdad, y le responda, eres cipote bandido, has estado en muchos torcidos, te he visto con tus propios ojos, he estado en tus reuniones, y pude observar que en tu memoria, reposan toda clase de actos inmorales.

La conciencia de los corruptos suele ser también tramposa, se acomoda a las circunstancias, ella, se siente feliz, porque goza de las riquezas mal habidas. De seguro señor corrupto, tu conciencia estará dichosa, y podría sentir la misma comodidad, que siente un asesino cuando ataca y mata a personas inocentes.

Los corruptos son sicarios emperfumados, a quienes nada les perturba, porque disfrutan como un rey de los dineros obtenidos, que le permiten obtener status, poder y prestigio.

Esta es la Colombia corrupta, atrapada por criminales infiltrados en el sector público y en el sector privado, aquellos que han tenido garantía de impunidad para la realización de sus fechorías.

La palabra corrupción contiene un significado destructor, es arruinar, enturbiar, alterar, trastocar, sobornar, cohechar, pervertir, dañar, según sus raíces latinas, hechos que son cotidianos en nuestro país.

La Colombia corrupta, va de la mano de la política, ha dicho el contralor general de la república, el Dr. Edgardo Maya Villazon, es también afirmamos nosotros, putrefacta descomposición, que ha hecho metástasis, convirtiéndose en una pandemia, que sigue devastando a la sociedad.

La Colombia corrupta elige y reelige a sus victimarios. Las víctimas son los electores que mantenidos en la miseria y en la ignorancia, reproducen el actual estado de cosas.

Colombia está odebretizada, afirmó el periodista, juan Gossain, todo se compra y todo se vende, desde los contratos hasta las conciencias, pasando por las campañas electorales y la gente sigue repitiendo, como si fuera la cosa más natural del mundo, que ‘el vivo vive del bobo’. Aquí creemos que ser ‘vivo’ es lo mismo que ser ladrón y que un hombre honrado es un ‘bobo’ porque no toca lo ajeno, en donde nos hemos acostumbrado que la perversión sea nuestro estado natural.

El país huele a pestilencia por las cuatro costuras, que son sus cuatro costados. Esto es un estercolero, hiede, duele decirlo, pero hiede. “Mermelada”, licitaciones de un solo proponente, subastas ficticias, exfuncionarios representando a privados, particulares con vínculos secretos en el alto gobierno, han convertido la corrupción, no en una perversión, sino en parte integrante del modelo, destacó el periodista.

Que hacer frente a esta tragedia. La responsabilidad es institucional y social. Es compleja y peligrosa, pero debe ser enfrentada, como parece que ya se está haciendo.
Profesor de derecho y ciencia política.

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