Columna


Naturaleza y paz

RAFAEL VERGARA NAVARRO

09 de septiembre de 2017 12:00 AM

Deseo que el papa convoque y bendiga en esta ciudad el inicio de un acuerdo de paz con la madre naturaleza.

En Cartagena de Indias sus hijos, nacidos o no en estas brisas, nos hemos beneficiado del excepcional ecosistema de litoral que nos alberga. El mar Caribe dibujó nuestra casa, baña nuestras orillas y recorre esta geografía de bahías, caños, lagunas y ciénagas.

Somos de agua y manglares, aves, hijos de la mar y los corales; también somos de piedra, testigos y actores de una dura y violenta construcción de ciudad, de su cruel historia ambiental. Por su bahía nos llegaron bondades y crueldades, privilegios e inequidades que estamos en mora de superar.

El dominio sobre el entorno natural ha sido brutal y, aunque hay resistencia, la presión no se detiene. El poder, si así lo necesita, destruye. Estimulado por la adicción al lucro, el antropocentrismo no tiene límites y, desafiante, desoye hasta el catastrófico grito de la naturaleza. El cambio climático es una referencia, oportunidad económica y “planes”, solo planes.

Descendientes de seres humanos esclavizados y desplazados, deforestando, ocupan cerros tutelares o zonas que fueron agua y manglares. Ese 26% de ciudadanos sobrevive en alto riesgo e informalidad, y frente a la tragedia anunciada, no hay proyectos de reubicación ni trabajo digno.

Regresando a la bahía que antaño fuera coralina, los sectores económicos miran hacia otro lado evadiendo la reparación de la crisis ambiental que han contribuido a generar: aguas sedimentadas y peces contaminados, derrames de químicos, vertimientos de aguas residuales, rellenos y deforestación de manglares para hacer o expandir puertos.

¿Dónde y cuándo se compensaron estas terribles pérdidas? Pido contrición.

¿Quién impone el límite para que, sectores poderosos y vulnerables, dejen de crecer a costa de la naturaleza?

En Laudato Si, Francisco explica que las barreras de coral, como la de Varadero a la entrada bahía, “equivalen a las grandes selvas de la tierra, porque hospedan aproximadamente un millón de especies, incluyendo peces, cangrejos, moluscos, esponjas, algas, etc.”. Y así lo han demostrado los científicos que estudian el arrecife. Sin embargo, en Cartagena se desestiman las catástrofes y los diagnósticos de la ciencia y el Estado, ineficiente o complaciente, permite el desafío a la memoria de las aguas.

Los portuarios, anfitriones del papa, y un sector del Gobierno, luego de su visita persistirán en agredir este extraordinario patrimonio natural intentando abrir un nuevo canal de acceso -que ahora llaman variante- dragando parte de los corales heroicos de Varadero. Ojalá que Francisco en su homilía los lleve a compensar y desistir, y produzca en esta ciudad y en el país el milagro de la conversión ecológica: la de la mente y el corazón, a ver si de una vez por todas, firmamos la paz con la naturaleza.

En Laudato Si, Francisco explica que las barreras de coral, como la de Varadero a la entrada bahía, “equivalen a las grandes selvas de la tierra, porque hospedan aproximadamente un millón de especies

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