Columna


No drenen los drenajes

MÓNICA FADUL ROSA

15 de diciembre de 2016 12:00 AM

Si existe una obra que concite el interés generalizado frente a la necesidad de hacerla, esa es el Plan Maestro de Drenajes Pluviales (PMDP). Existe un profuso historial de acuerdos distritales, ocho, incluyendo el POT y sucesivos planes de desarrollo, que la contemplan. Se dijo en este tiempo, que sería financiada con diversas fuentes las cuales, valga decir, cambiaron de un acuerdo a otro sin mayor justificación. Está fresco en la memoria un riegue de valorización por beneficio general.

La obra reviste un carácter superior y clama, como en el caso de la justicia, que se haga pronta y eficazmente. Las difíciles consecuencias de las aguas, representadas no solo en los costos que implica indemnizar por daños, la pérdida en productividad, la estampida de la inversión, sino en otras razones de mayor valía, como las humanitarias, que deben privilegiarse, imponen asumirla más pronto que tarde.

¿Si están plenamente justificadas, qué preocupa? La respuesta es la de siempre. Que no vuelva a pasar lo que, en casi todas las obras públicas, que comienzan sin la planeación y ajustes debidos y terminan costando varias veces más, costos que pagamos todos, lo que obliga a cuidarlas con el mayor celo para que se inicien con su fin contemplado, con todo técnicamente definido, bien diseñada y con las cuentas y mecanismos para hacerla, muy claros.

En el territorio tenemos enormes limitaciones para alcanzar objetivos comunes. Hay una gran dificultad para hacer realidad los instrumentos de planeación y necesitamos una institucionalidad fuerte de la cual carecemos. Además, requerimos como sociedad desarrollar habilidades de aprendizaje de todo aquello que interesa en el ámbito público. Hemos tenido más de 11 alcaldes en los años de vigencia del POT-, que no han sido generosos en continuar muchos procesos y así tampoco hay sociedad que avance, ni recurso que alcance.

Los años en las espaldas nos indican que ya no podemos ni debemos aceptar como sustento solo la esperanza de que las cosas ahora sí se harán bien. Necesitamos exigir certeza, más si el tamaño del empeño marca a su vez, y de salida, el tamaño de la eventual frustración.

Debemos revisar la obra en todos los ámbitos propuestos. Y antes de que el Concejo apruebe, que Edurbe asuma su ejecución, que en cualquier caso debe obedecer a un concurso público, y que esta institución, creada con gran visión, le dé cuentas a la comunidad y disipe las preocupaciones que se ciernen con justa causa sobre ella.

Muchos recursos se perdieron en la ciudad por diversas razones, dolosas o culposas, por mala planeación o por la contratación y esta aspiración común es inversamente proporcional a la disponibilidad de los recursos. Bienvenidos los drenajes, pero la carrera trae cansancio y mejor recordar que quien espera lo mucho espera lo poco.

 

 

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