Columna


No reduzcamos la JEP

EDUARDO VERANO DE LA ROSA

07 de noviembre de 2018 12:04 AM

La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) es un modelo alternativo de administrar justicia, y no el modelo “normal” de impartir justicia. Nace para sociedades que van de un conflicto armado no internacional hacia la democracia. La JEP es para ayudar a posibilitar la paz y para establecer una democracia constitucional. Esto no puede olvidarse.

La JEP, en su trabajo de construir paz y democracia en un Estado Constitucional de Derecho, tiene que orientarse hacia el perdón, la reconciliación y una justicia razonable para las víctimas. Debe permitir reincorporar los actores del conflicto armado a la sociedad y reconstruir el tejido social roto por las arbitrariedades. Por eso debe ser independiente. Si no lo es, no será posible la paz, el perdón y la reconciliación. Al conformar la JEP, hubo la supervisión de Naciones Unidas.

El perdón y la reconciliación para construir paz son las claves de este modelo alternativo. No son ni pueden ser los criterios de justicia conmutativa, distributiva o correctiva los que rijan esta JEP, menos, el castigo proporcional a los daños por los delitos del conflicto armado. Sin perdón no se construye paz, ni existiría la humanidad.

Gracias a poder perdonar y a la promesa de no volver a ofender al prójimo, se construyó la sociedad civil. Es su ingrediente esencial. Con el perdón y atados a la promesa de conservar la paz, se consolida la democracia.

En la La condición humana, la pensadora judíoalemana, Hannah Arendt, dice: “Las dos facultades van juntas en cuanto que una de ellas, el perdonar, sirve para deshacer los actos del pasado, cuyos <<pecados>> cuelgan como la espada de Damocles sobre cada nueva generación; y la otra, al obligar mediante promesas, sirve para establecer en el océano de inseguridad, que es el futuro por definición, islas de seguridad sin las que ni siquiera la continuidad … sería posible en las relaciones entre los hombres”.

Acerca de lo perdonable, el filósofo argelino, Jacques Derrida, en El siglo y el perdón seguido de fe y saber, dice: “Si solo se estuviera dispuesto a perdonar lo que parece perdonable, lo que la Iglesia llama pecado venial, entonces la idea misma de perdón se desvanecería. Si hay algo a perdonar, sería lo que en el lenguaje religioso se llama pecado mortal, lo peor, el crimen, el daño imperdonable. De allí la aporía que se puede describir en su formalidad seca e implacable, sin piedad: el perdón, perdona solo lo imperdonable”.

Cuidemos la JEP. Naciones Unidas ayudó a diseñarla. Sigamos su orientación. No reduzcamos la JEP a un acuerdo de partidos políticos y a una mayoría parlamentaria. Construyamos una mayor deliberación y toquemos las puertas de la ONU. Vamos bien en esto, no lo dañemos.

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