Columna


¿No volver a Cartagena?

GLENDA VERGARA ESTARITA

22 de enero de 2015 12:00 AM

Jamás he sido excluyente por motivo regional, a pesar de que en el pizarrón del aula de la Universidad Católica de Colombia era frecuente encontrar un letrero que nos amargó la vida a varios compañeros procedentes de la Costa Caribe cuyo traslado a Bogotá era para instruirnos en el Derecho y esas reglas de sus códigos concebidas para garantizar la convivencia pacífica del grupo social. Haga patria, mate a un corroncho, decía. Mi trauma duró varios meses hasta que el trato frecuente persuadió a  los autores del mensaje de que teníamos muchas cualidades y que la desmesura nuestra, la franqueza, la facilidad para el abrazo y para el afecto, para la alegría y la hospitalidad, podía ser un gran complemento de las cualidades suyas.

Hasta el día de hoy cultivé relaciones con caleños, con bogotanos, con pastusos, con santandereanos, con antioqueños, y no puedo decir que un guajiro, un sucreño o un monteriano, por ejemplo, fuera más amigo mío que ellos. Hoy no voy a ser regionalista, pero protesto por lo que ciertos medios de comunicación y grupos de redes sociales promueven en contra de Cartagena. No regresar para protestar por el maltrato a caballos cocheros, por las corridas de toros, por las corralejas y por el acto de violencia que se presentó en una de estas. Esta es una ciudad maltratada por muchas desigualdades y tiene tremendos contrastes económicos y sociales.

Ya hay diagnósticos; no es algo nuevo. La cura no ha llegado ni del Gobierno central que siempre ha ostentado presidente del interior, salvo Núñez, por cierto. Las administraciones locales también le han fallado. Pero por fortuna Cartagena vive de la industria del turismo. Es su oferta, y quienes la visitan por sus tantas bondades son la demanda. En Getsemaní hay cada vez más droga ilícita para la venta porque un grueso número de turistas le ha convertido en un destino de trabas suicidas y de prostitución. Los negocios más relevantes son de foráneos. Restaurantes, hoteles, apartamentos de la zona norte, casas del Centro Histórico decoradas con lujos insospechados. ¿Quiénes se han lucrado de esta fantasía de ciudad?
Y a los propios nos toca ceder la comodidad de ciudadanos por hospitalidad, aunque no podamos andar dentro de ese parque de diversiones donde algunos quieren bicicletas, moticos, coches, paleticas de una esquina, o mesa del restaurante de fulano. No, señores. No se debe estigmatizar a una ciudad ni a un modo de ser social por hechos menos vergonzosos e inhumanos que los de esos carteles que implantaron una cultura sicarial, no para matar gallinas, sino para privar de la vida a miles de seres humanos, por lo que el mundo estigmatizó a Medellín y a Colombia entera. Y eso fue grave, fue nocivo, fue una injusticia, fue un error.
*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.

vergaraglenda@hotmail.com
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS