Columna


Nobel para la paz

JORGE TIRADO NAVARRO

11 de octubre de 2016 12:00 AM

El Nobel de paz para el presidente Santos constituye un respaldo –y un empujón oportuno- para sacar adelante un acuerdo con las Farc, después que el pacto de paz suscrito fuera improbado en las urnas por un margen estrecho. Los líderes del No deben entender que la victoria por una diferencia mínima no los legitima para desconocer el eje de lo pactado, ni para presentar propuestas irrealizables que conducirían a desperdiciar una oportunidad única e irrepetible de terminar el conflicto.

La oposición debe manifestar con rapidez y claridad los cambios que propone para una renegociación expedita, pues de lo contrario quedaría en el ambiente que utiliza el triunfo para debilitar al presidente y obtener réditos electorales, mientras el proceso estaría en riesgo por la indefinición legal y los problemas de movilidad que empezaría a padecer la guerrilla. Al no estar las Farc concentrada, aumentaría el riesgo de combates que rompan el cese bilateral y minen de forma irresoluble la confianza en el proceso.

Así, se podrían aclarar cuestiones ambiguas del acuerdo que preocupan a la oposición, como precisar que las Farc tendrían la obligación de reparar a las víctimas con sus recursos; aclarar cuáles serían los sitios y condiciones de reclusión de los autores de delitos graves; explicar el alcance de las circunscripciones territoriales; aclarar quiénes y en qué momento tendrían elegibilidad política; y disipar las dudas sobre ideología de género. 
De renegociarse el acuerdo el presidente Santos tendría dos alternativas: implementarlo mediante sus facultades constitucionales para manejar el orden público y lograr acuerdos de paz con grupos ilegales, u optar por otro plebiscito para que los colombianos opinen nuevamente en las urnas.

Y, en caso de no llegarse a un entendimiento con la oposición, también hay una alternativa a esa sinsalida política: la Corte estableció que el resultado del plebiscito solo es oponible al presidente, y no vincula a otras ramas del poder, por lo que el Congreso podría implementar el acuerdo e incorporarlo al sistema jurídico. El plebiscito no es normativo y la decisión popular no genera impedimento para ninguna rama distinta a la ejecutiva.

Todos los caminos serán de más fácil ejecución si persiste el apoyo multitudinario a la paz, como ocurrió el pasado miércoles con miles de jóvenes en el país. Los colombianos debemos apropiarnos de los esfuerzos de paz, y no permitir que la probabilidad de terminar el conflicto se esfume en un enfrentamiento estéril entre facciones políticas. La paz es de todos los ciudadanos.

Colombia no puede ser inferior al respaldo unánime internacional, cristalizado en el Nobel de Paz, que nos impone el desafío ineludible de reconciliarnos como nación.

*Abogado y Filósofo

tiradojorge@hotmail.com

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