Columna


Ñoños y Santos

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

20 de abril de 2014 12:15 AM

En alguna medida comparto la opinión de los senadores Musa Abraham Besaile Fayad y Bernardo Miguel Elías Vidal: gran dosis de injusticia y de discriminación regional late en las críticas y denuestos que los presentan como prototipos de la corrupción electoral. Sus abultados números electorales, es patente, suscitan envidias entre sus pares políticos.

No conozco a ninguno de estos coronados electoreros y sé de sus virtudes y flaquezas por lo que la prensa transmite y algunos residentes en el escenario de ocurrencia de sus milagros electorales me han ilustrado.

Advierto en las censuras a estos habilidosos colectores de votos una gran hipocresía interesada.

Ahora el presidente Santos y los jefes del partido de la U se esfuerzan por mostrar al pueblo colombiano que sienten vergüenza por los senadores costeños Musa y Elías, como si estuvieran infectados de una lepra moral ajena a Santos y la U.

Empero, ninguno rechazó esos votos, sino que lejos de ellos corrieron a contabilizarlos para mostrar que, gracias a estos dos feraces generadores de sufragios, lograron, en cauda electoral, relegar a Álvaro Uribe a un “decoroso segundo lugar”. Menos aún, Presidente y U se atreven a rechazar ese mismo cúmulo electoral para engrosar las fuerzas reeleccionistas. Aparentan repudiar a Musas y Ñoños pero los necesitan y los utilizarán.

Hay otra razón potísima que me mueve a condenar la injusticia contra los Ñoños. Sus votos destilan dineros del presupuesto porque el presidente Santos y sus obsecuentes ministros derramaron en exagerada abundancia dineros del pueblo en cupos indicativos o sea asignaciones a favor de estos senadores, laboriosos convertidores de dinero del pueblo en votos.

Y ni Santos ni sus ministros son desprendidos: esa aparente largueza con los Ñoños refleja un trato perverso. Los Ñoños fueron alimentados con el presupuesto nacional para que nutrieran la causa reeleccionista. Santos empleó el dinero del pueblo en su propio provecho reeleccionista.

Si algo hay de vulgar, perverso, inmoral o delictual en usar el dinero del pueblo (mermelada le dicen ahora) para capturar votos, esa vulgaridad, perversidad, inmoralidad o delito no hay que radicarla en los instrumentos, los Ñoños, sino en sus determinadores, manejadores y utilizadores, los señores Santos y sus ministros.

Dejemos de ser majaderos y advirtamos que el verdadero SuperÑoño es el presidente Santos que el día de la justa presidencial estará presto a recoger el fruto sembrado con exquisitez. Lástima que los Ñoños parecen buenos socios y cumplirán el mandado infame.

Para cerrar vale evocar a sor Juana Inés de la Cruz: ¿quién es más de culpar, el que peca por la paga o el que paga por pecar?
 

HÉCTOR HERNÁNDEZ A.
h.hernandez@hernandezypereira.com

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