Columna


Nosotros, los desposeídos

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

20 de enero de 2016 12:00 AM

Nos han mentido a todos. Nos dijeron que esta ciudad era nuestra y nuestras son sólo las deudas y las tarifas. Nos pidieron un poco de hospitalidad y terminamos mendigando en las esquinas. Nos lanzaron al oído el invento del sentido de pertenencia y lo único que en verdad nos pertenece es la nostalgia y la pobreza. Nos contaron que éramos héroes de la independencia cuando no somos más que tristes exiliados en su propia tierra.

Ésa es la verdad. Cartagena nunca ha sido nuestra. Quien nace en este lugar remolca consigo la tragedia del desposeído. Aquí nos han quitado las casas, los barrios y la plata de los impuestos. La gente de Getsemaní ya no es la misma gente de Getsemaní. Los vecinos de San Diego hace mucho que tuvieron que marcharse de San Diego.

Nos han robado el futuro para condenarnos a vivir el melancólico pasado de nuestros abuelos: un pasado que no se toca y que sólo se conversa vagamente los domingos como si fuera una simple invención de ancianos embusteros.

Cada día disponemos de menos espacio público para andar y conocernos. El anterior alcalde, Dionisio Vélez Trujillo, y el Gerente del Espacio Público, Adelfo Doria, nos legaron un Centro Histórico lleno de plazas con bolardos diseñados para apartar a los restaurantes elegantes de los puestos de comida del pueblo. La Plaza Fernández de Madrid y la Plaza de San Diego pasaron de ser puntos de encuentro a zonas comerciales en donde si no tienes para pagar el menú no puedes sentarte.

Y así nos jodieron a los cartageneros: diciéndonos que el espacio público es para todos cuando solo es un derecho exclusivo para los turistas y los adinerados. Mientras en Bazurto y en algunas calles del Centro los vendedores informales sufren la rigidez de las políticas espaciales, en las plazas nuestros gobiernos consienten a los restaurantes “finos” y les otorgan un espacio que constitucionalmente es nuestro.

Casos como éste, han ocurrido a lo largo de toda la historia de la ciudad: el antiguo mercado público de Getsemaní, las cocteleras del Muelle de la Bodeguita, la calle de los relojeros frente a la Plazoleta de Telecom…todos han sido removidos por una supuesta necesidad de limpieza que no era más que el afán clasista de imponer sitios de encuentro para personas con plata.

Nosotros, los desposeídos, hemos vivido el robo sistemático de la tierra que pisamos. Los políticos y sus prejuicios sociales han hecho con la dignidad del ciudadano lo mismo que la violencia armada en el campo: ambos, sutil o explícitamente, son responsables de nuestra amarga población de desplazados.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

@orlandojoseoa
 

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