Columna


Nuestra ópera house

ALBERTO ABELLO VIVES

12 de septiembre de 2015 12:00 AM

Con más de trescientos cincuenta años de retraso llegó por fin la ópera a Cartagena para enriquecer su vida cultural. Lo más granado de la tradición musical europea tiene aquí, desde este 2015, escenario propio. Ya la temporada comenzó y la sala tiene cada vez mayor ocupación. Aquí, los amantes de este género, llegan en sus vehículos e ingresan al lugar de estacionamiento a través de un ascensor que lo lleva a un piso alto. Por Internet el espectador puede adquirir boletas y separar la butaca de su preferencia. Si llega unos minutos antes don Juan Valdés seguro lo recibe con un café espumoso. Luego puede ingresar a una simple sala de cine donde se transmite la función de The Metropolitan Opera de New York.

A las alturas de un centro comercial donde la gente se siente flotando en pleno mar Caribe, arriba el público con atavíos tropicales, algún chal y una que otra chancleta, que atiborra la sala para la función matinal. La felicidad no ha podido ser mayor para los amantes de este género. Llegan puntuales, en grupos, algunos descrestando con su conocimiento sobre la obra, el compositor, el director, los músicos o los artistas. Alguien siempre sabe más que nadie. Sí, todo eso pasa también en Cartagena.

Es probable que le toque a su lado una verdadera viuda alegre, una versión local de madame Butterfly o de la Traviata. Hasta Aída ha asistido. Y entre ellas una elegante dama grita: ¡Aquí quería ver a la gente culta de Cartagena! (como si la cultura se hubiese quedado detenida en esa “alta cultura” y “ser culto” se identificara con la tradición musical clásica de Europa). Será la misma señora que hable toda la función con sus vecinos, a la que le timbra el teléfono y mantiene conversaciones en voz alta en varios momentos, interrumpiendo la fascinación de los demás por la puesta en escena, la música, las voces y las actuaciones. Todo como en la sala de su casa.

A las nuevas generaciones la ópera les produce antipatía. Pero olvidan que lo formatos han cambiado a tal punto de incorporar expresiones contemporáneas en el diseño, la escenografía, la danza o el vestuario. Hay montajes que se tornan juveniles y se convierten en maravillosas lecciones para aquellos que en Cartagena le apuestan al espectáculo. Son oportunidades, gracias a la tecnología, que pueden aprovecharse, así les parezcan pasadas de moda y cursis sus temas o anacrónico el género mismo.

Frente a la tradición operática de los grandes teatros del mundo, nuestra ópera house parece una caricatura o un premio de consolación. Pero lo cierto es que es un avance de la globalización cultural que en Cartagena se pueda disfrutar algo nunca antes visto. No importa, que al final, al salir, su vehículo se quede atascado en un séptimo piso a causa de un despistado conductor que olvidó pagar el estacionamiento.

*Columnista semanal

albertoabellovives@gmail.com

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