Columna


Nuestra Ópera House, comentarios sobre un artículo viejo

JOSÉ A. KAPPAZ

12 de diciembre de 2015 12:00 AM

Hace ya varias semanas leí en El Universal la columna “Nuestra ópera house” escrita por don Alberto Abello Vives.

Escribí algo, me fui de viaje, regresé y ahora encuentro el viejo escrito.

Siendo la ópera Nova et Vetera, no creo extemporáneo desempolvar ahora estos Pensamientos para decirle al señor Abello, con cariño y respeto, que disiento en casi todo lo dicho por él entonces.

Los amantes de la ópera que residimos en Cartagena estamos muy agradecidos con Cine Colombia porque no hay ninguna otra manera de traer ópera de primer nivel a nuestra ciudad.

Ahora bien, cuando hablamos del Met o del Kennedy Center, o de la Ópera House de cualquier parte del mundo, o inclusive de teatros al aire libre como la Arena de Verona (inolvidable Nabucco...) o a las Termas de Caracalla, en fin, sea teatro ampuloso o humilde, es lógico que el código de vestir y el comportamiento de los asistentes sean formales y muy diferentes a los del cine, entre otras cosas porque el espectáculo es en vivo, el artista no debe percibir sonido alguno distinto al de la orquesta o al de su propia voz o las voces de los otros participantes. Y mil razones más. El espectador asiste a una verdadera Gala y acorde debe comportarse y ataviarse.

El cine es un regalo que nos brinda Cineco, pagando, claro, pero regalo al fin y al cabo para efectos de lo que comentamos; en alta definición y muchas veces en directo, pero no estamos dentro del teatro de la Ópera, por Dios!

Así que los amantes del bel canto apreciamos que Cineco nos brinde esa oportunidad y lo agradecemos.

Bienvenidas entonces las bermudas, la ropa informal y las crispetas en ese delicioso matinal, porque no molestan al artista, no se enteran, como tampoco se enteran ni molestan a los asistentes allende la pantalla de proyección.

Y qué importan los comentarios, acertados o snob, que por cierto también se oyen en otros lares. Por el contrario, yo lo veo positivamente como una señal de que la cosa va gustando, y eso está bien.

Pero no con todo lo que dice Abello en el artículo estoy en desacuerdo.

Concurro con el columnista en que molesta mucho en cine, proyéctese lo que se proyecte, los que hablan y comentan durante la proyección. Molesta mucho en cine el timbre y el brillo de un celular.

Molesta siempre, en cine y en cualquier parte, las malas maneras y los impertinentes.

Pero en lo que más estoy de acuerdo con Abello es que nada molesta más en “Plaza Bocagrande” que el invento de los ascensores para los parqueaderos, porque además de incómodos, casi siempre, es verdad, arriba o abajo, quedamos atascados en la fila porque un despistado adelante no pagó el parqueadero y no activó la tarjeta para poder salir.

josekappaz@gmail.com

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