Columna


Números

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

17 de mayo de 2014 12:02 AM

Los números aportan precisión. Se oponen a la retórica. Su contundencia acaba cualquier duda y ante sus resultados se someten las querellas.

El desmadre en las cantidades  perturbó la economía. El presupuesto de gastos de cualquier aldea es de miles de millones. Las necesidades en cualquier aspecto  social se expresan en cifras asfixiantes. Los dígitos se atropellan en metástasis absurda que acabó con ahorros, sudores y esfuerzos.   

Siquiera que desconfiamos de los números del régimen, que adquirieron sonoridad al ser usados en instantes de desborde politiquero.
Cualquier análisis económico se concreta en cifras cuya expansión perturba. Lo más grave es que mientras más altos lleguen a ser “estos trillones”, es mayor el déficit que tenemos en todos los rubros.

Los aburridos funcionarios del FMI y los bancos internacionales recitan parrafadas de cifras malditas que obligan a arrodillarnos, a recortar gastos sociales, hacer más dura la alcabala para garantizar al acreedor obligaciones arteras.

El país está en contra del Estado derrochador, todos clamamos por la austeridad y la transparencia. Hay que estirar el pie hasta donde alcanza la sábana, decían desde los tiempos de don Esteban Jaramillo, pero vemos clara la imposibilidad de crecer sin gasto.

Cuánto daño ha hecho el manejo torticero de los índices de desempleo, que se disfrazan con subempleo y rebusque. La cultura de la ocupación mediante maromas lastimeras en los semáforos, o el reconocimiento y exaltación del cartel del trapo, que se apoderó del espacio público.

Ahora se impone la miseria al hacer austeridad con cargo a salarios y prestaciones de los trabajadores y de las empresas, mientras los cupos indicativos del Congreso son astronómicos.

La posición sumisa ante las Farc la justifican porque hay inequidad en el campo. Los bajos salarios del campesinado son condenados, pero no se habla de los sueldos de los empleados bancarios que requieren mayor nivel de educación y tienen más responsabilidades: cuando hay una pérdida es con cargo a sus flacos emolumentos.

Otros números “sabrosos” indicaban aventuras eróticas, reales o fantasiosas, tan hipertrofiadas como las de una macroeconomía delirante. 

No se mencionan la competencia de importaciones, ni el abandono a quienes producen sin crédito, ni vías. Globalizar la competencia con países que subsidian a sus productores de proteínas en más de un 50%, y que lo hacen además en una octaviana tranquilidad, sin extorsiones, robos, muertes y boleteos.

Al productor rural de proteínas se le hacen imposibles exigencias de planificador y vendedor a escala internacional, junto con el coraje y la resignación para afrontar una epizootia de guerrillas y delincuencia, “que milagrosamente se acabarán con la paz”.

abeltranpareja@gmail.com

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