Columna


¡Oremos!

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

26 de junio de 2016 12:00 AM

Cuanto se firmó el pasado jueves en La Habana nos exige reconciliarnos. Necesitamos poner cada cosa en su sitio, dar unidad a nuestra vida, aceptar lo que somos y enraizar nuestra existencia en Dios. Oremos en silencio:

“Señor Jesús, tú como nadie conoces la historia de este pueblo colombiano, enfrentado por conflictos y desgarrado por tanta violencia. Hoy nos invitas a escuchar en silencio esas primeras palabras que pronuncian tus labios de resucitado, después de tu crucifixión en el calvario: «La Paz esté con ustedes».

Tu saludo y regalo de paz nos hacen ver que ella no es un deseo vago, propio de gente ingenua que no tiene los pies en el suelo, sino el destino último de todos nosotros. Es tu anhelo más profundo para Colombia y la humanidad.

Escuchando tus palabras, vemos con más claridad que los que pecan de falta de realismo son quienes, en nombre de alguna causa, promueven el odio y la violencia porque no creen en Colombia ni en sus posibilidades.

Este ha sido, Señor, nuestro pecado. No atrevernos a experimentar los caminos de la reconciliación. No nos fiamos del diálogo. No creemos que el mal se vence con el bien, la injuria con el perdón y la violencia con la paz.

Y aquí seguimos, divididos y enfrentados. Unos celebran el fin de la guerra con las Farc y otros no. Unos lo celebran con una consigna propia y otros con la suya. Fácilmente nos sentimos no sólo adversarios, sino enemigos. Pero tú nos recuerdas que somos hermanos y no estamos hechos para vivir en la violencia y el rechazo mutuo, sino en el diálogo y la paz.

Tu mensaje sereno: “Les traigo la paz”, que repites una y otra vez, nos llama a todos a la conversión, pues todos obstaculizamos la paz al ahondar la división entre nosotros, cuando creamos un clima de mutua intolerancia, cuando hemos alentado de alguna manera el odio o hemos permanecido indiferentes, sin reaccionar ante tantos atentados violentos e injusticias.

Señor, limpia nuestro corazón, pues es en nuestro interior donde se genera la violencia, el odio y la venganza. Sanea nuestra mente que tiende a “absolutizar” siempre lo propio para imponerlo con fuerza a los demás. Transforma nuestros sentimientos y siembra en nosotros la concordia, la ternura y la compasión ante todo ser humano. Enséñanos a buscar la paz por caminos de justicia, de diálogo y de verdad.

Pero, por mucho que nosotros trabajemos en favor de la paz, Señor, nunca podremos ir ante ti con una paz construida, lograda. La paz hecha por nosotros...siempre será incompleta. Te pedimos que escuches el deseo de este pueblo, cansado de tanta violencia y al que ya no le quedan lágrimas, que pide y necesita paz. Señor, Tú que quitas el pecado del mundo, danos la paz. Amén”.

*Director del PDP del Canal del Dique y Zona costera
 

ramaca41@hotmail.com

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