Columna


Oriana Fallaci

JORGE DÁVILA-PESTANA VERGARA

06 de septiembre de 2017 12:00 AM

Si algún nombre hay que recordar en la tragedia de Barcelona, es el de Oriana Fallaci, una de las periodistas más importantes del siglo XX, quien a raíz del atentado terrorista perpetrado por Al Qaeda, el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, escribió un libro que tituló “La rabia y el orgullo”, donde vaticinó el horror que sistemáticamente ha vivido Europa a manos de los fundamentalistas islámicos.

París, Madrid, Londres, Niza, Berlín, Bruselas, Estocolmo y ahora Barcelona, han palpado sin tregua alguna, la violencia producida por el fanatismo yihadista.

Sin matices ni retórica alguna, Fallaci rotula en él, que todas las revoluciones del Islam han germinado en las mezquitas, gracias a los imanes, y resalta que detrás de cada terrorista islámico hay necesariamente un imán, para finalmente generalizar que la mayoría de ellos son guías espirituales del terrorismo. Lo ocurrido en la Ciudad Condal es obra del imán salafista marroquí Abdelbaki Es Satty.

Por supuesto, en “La rabia y el orgullo” hay pluralizaciones injustas, como es medir a todos los musulmanes con el mismo rasero. No todos son así. Los radicalizados son una minoría. Sin embargo, hay otras ideas expresadas que merecen una reflexión, porque algunas de ellas han sido premonitorias y desgraciadamente se han materializado año tras año. 

Han pasado quince años desde su denuncia y sólo hasta ahora en España se abre el debate sobre los imanes. La Comisión Islámica de España, el órgano representativo de las comunidades religiosas islámicas creada en 1992, después de promulgada la primera ley en 1967 que les permitió organizarse, inició un censo de mezquitas e imanes que entregarán  a finales de este año.

Hoy por hoy, el principal problema de Europa y del mundo es el terrorismo de los yihaidstas. Sólo en el 2017 en España se han realizado 36 operaciones de seguridad que han arrojado 51 fundamentalistas detenidos. De todas estas detenciones  un 40% se han producido en Cataluña y de estas el 95% en Barcelona. Tan sólo hace tres lustros en Cataluña había 30.000 musulmanes, hoy hay más de medio millón. Una comunidad autonómica que exige aprender catalán y en la que el castellano está vedado, hace que la mano de obra latinoamericana no emigre hacia allá, produciendo un vacío llenado por marroquíes, pakistaníes y norteafricanos.

Barcelona, la tercera ciudad más visitada de la Unión Europea, ferozmente golpeada y aun sobrecogida por la masacre, intenta restablecer la rutina diaria, sin embargo, con apremios le llegará la factura de cobro a su oferta hotelera y con ella disminuirá el  tan “odiado turismo”, que les vuelve la ciudad una tienda de recuerdos baratos, como lo expresó la activista alcaldesa Ada Colau.

 

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