Columna


Oro brujo

RODOLFO SEGOVIA

10 de diciembre de 2016 12:00 AM

La tenacidad de la Continental Gold es de admirar. Han sido años lidiando con una burocracia procastinadora y timorata. Su propósito: explotar el oro en las ricas vetas de la Buritacá precolombina. En parte por ellas, el mariscal Jorge Robledo, fundador de Santa Fe de Antioquia, fue asesinado judicialmente por Belalcázar en 1546. El oro sangriento sigue dueño de Colombia, aunque no por la Continental Gold que en armonía con la comunidad contaminadora, ilegal y centenaria regularizará la mina de socavón más grande de Latinoamérica.

Mucha falta hace la minería responsable. Se estima que Colombia produce 60 toneladas de oro al año. Apenas 9 de ellas son de explotaciones en regla. Son los lingotes de Mineros S. A. y la Colombian Gold Corp. Buriticá doblará las toneladas legales. La opinión asocia la minería del oro en gran escala con daños ecológicos y perfidia de las empresas con megaproyectos. Ya no son del paseo, por ejemplo, dos de la más importantes del mundo: AngloGold Ashanti y Greystar, después de invertir años y millones explorando con anuencia del Estado.

Victimizar es un batiburrillo que incluye ecofanáticos y temor de las comunidades al cambio. Entretanto, la minería ilegal pulula. Las bandas criminales, FARC o delincuentes comunes, producen 85 % del oro nacional. Cooptaron barequeros de tradición colonial para que lleven parte al Banco de la República, donde, por ser ellos, nadie pregunta, aunque lo vendido sume varias vidas de trabajo artesanal. Con razón las FARC dejarán la coca. Los mexicanos aprietan mucho y el oro ilegal es mejor negocio. Silencio del acuerdo de paz sobre producción áurea. 

El oro fue el puntal casi único de la economía neogranadina hasta las primeras décadas de la República. Antes del café, solo se producía para adquirir lo esencial del exterior. Con él se pagaban herramientas, el ocasional clavicordio y los esclavos. Por su alta densidad y precio era el medio de cambio ideal para el contrabando. Los holandeses desarrollaron una práctica balanza manual para pesar el polvo dorado in situ. Comerciaban desde La Guajira hasta Urabá. En tiempos de don Sancho Jimeno y con burocrática mentalidad, para prevenir el contrabando se prohibió navegar por las Bocas del Atrato que, sin nada impedir, encareció los suministros para los mineros de Nóvita. Hoy la ilegalidad parece invisible, pero son miles de minas a cielo abierto, con palas mecánicas y dragas desafiando la ceguera. Bloques de búsqueda helicoportados harían estragos.

Los grandes refinadores dicen tener estrictos protocolos para no comprar oro sangriento. El London Bullion Market Assoc. y el Consejo de Joyería Responsable aplican normas de acreditación contra oro destructor del medio ambiente y manchado por el terrorismo. Lo mismo afirman usuarios como Apple o GE. Letra muerta. Oro es oro y se cuela en lingotes más livianos que las brujas.

ress7404@me.com

 

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