Columna


¿Para dónde vamos?

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

24 de enero de 2016 12:00 AM

El momento que vivimos nos es fácil, y es sano preguntarnos: ¿En qué dirección nos movemos?, ¿hacia dónde vamos? Son preguntas muy inquietantes. ¿Qué respuesta se puede dar?, ¿quién puede saber qué se está generando en las entrañas de nuestra interminable historia de violencias, polarizaciones, enfrentamientos e incapacidad de diálogo? ¿De La Habana nos llegará un barco con todos los caminos acertados?

Estas preguntas provocan pesimismo: vamos a la catástrofe... a la descomposición total porque esos que siempre se han creído un martillo... jamás dejaran de vernos como clavos. Otros quieren mantener el ánimo pensando que el futuro será mejor: no es posible seguir así; todos sentimos la fatiga de la guerra; un día esto se compondrá.

El futuro no está escrito. Los que vienen detrás recogerán las siembras de hoy. El porvenir siempre se gesta desde el presente, y lo hacemos con nuestra manera de pensar y de actuar, con nuestro estilo de vivir y la manera como asumimos los conflictos. ¿Colombia avanza en la solución de sus problemas de fondo?
No estoy muy seguro, porque mis años de cura, en zonas difíciles, me han enseñado que las imposiciones violentas no sirven para construir una convivencia política duradera. Hace mucho bien cuando las ideas son asumidas por la conciencia colectiva y la gente se adhiere a ellas de forma libre y pacífica. Es la única forma de avanzar hacia una convivencia más humana.

Para el futuro de Colombia, que muchos ven venir de La Habana, lo decisivo no será la fórmula jurídico política para los acuerdos, sino la visión de hombre y de sociedad que tengamos, el talante democrático que nos distinga, reconocer la propia dignidad y la de los demás, y la búsqueda eficaz del bien común. Me preocupa grandemente el tipo de hombre y de mujer que hoy gestamos.

Propongo algunas preguntas que ojalá puedan ser útiles: ¿cómo poner en marcha una corriente social que nos lleve a un desarrollo más humano y justo de la convivencia?, ¿cómo promover una cultura más penetrada de sentido ético?, ¿cómo impulsar una acción política basada en actitudes y compromisos que integren y no separen; unan fuerzas, y no dividan? Esto es lo que más debemos cuidar los colombianos. Pero el estilo de vida y la calidad de la convivencia no se improvisan, necesitan un clima social que los estimule. Es decir, un modo de hacer política al servicio del bien común buscado lealmente por todos y para todos y un esfuerzo de educación integral de las nuevas generaciones. Los cristianos, frente a estos retos no podemos ser pasivos, como si fuéramos una cofradía de ausentes. Nos cabe la responsabilidad de colaborar para crear una convivencia más humana.

Padre Rafael Castillo T.
 

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