Columna


¿Para qué la cultura?

LEONARDO ALBA MEJÍA

27 de marzo de 2015 12:00 AM

Al preguntarle a un grupo de jóvenes de la Universidad Tecnológica de Bolívar qué es cultura, salta una respuesta generalizada: aquí no hay cultura. La respuesta delata esa noción de que la cultura es atributo de algunas personas. La idea arraigada de un mundo reservado para unos y negado para otros devela un aspecto cultural. ¿Cómo retar, entonces, la perezosa manera de pensar de algunos jóvenes? Parece que hay algo que no les pertenece. ¿En qué andan estos jóvenes? Si, según ellos no tienen cultura, ¿cuáles son entonces sus referentes?

A la par de esta suposición, existen propuestas que movilizan culturas: los jóvenes que se juntan a crear música, danza, o los que diseñan los avisos de los picós; las canciones del Caribe Funk o el gesto de los bailarines de la compañía de danza Periferia son formas de ver y pensar la realidad social, que amplían el relato de país predecible en algunos discursos. ¿Qué sería de Colombia sin todas esas manifestaciones: la fascinación por el color de sus artistas plásticos; los actos insurrectos de los bailarines de salsa y champeta; los versos eróticos de sus poetas; el lenguaje de los palanqueros? Un país gris, aburrido, y un relato monocultural.

Por momentos pareciera que aquello que se llama cultura circula en las calles, en el viento, en las esquinas donde se habla y parrandea, en esa vocación histórica que tenemos para la fiesta. Si se renunciara a ella, nos interpelaría con preguntas como: si el destino es la parranda y la fiesta el único bastión de la cultura, como lo demuestran diversos estudios, entonces, ¿qué hacemos con otras expresiones culturales “menores? ¿Será que logramos cuidar más de la gente como una visión cultural mínima?

Si la cultura debe ser atendida a través de un repertorio de políticas pensadas con sus actores, ¿dónde habrá que poner el énfasis? Los resultados del Foro Pensar Cultura en Cartagena, convocado para introducir a las organizaciones en la reflexión conceptual sobre el enfoque cultural del desarrollo y la identificación de los problemas que se necesitan resolver, dan una información valiosa.

Mientras que se va construyendo esa política cultural, es necesario preguntarse cómo hacer educación cultural. Por ejemplo, seguir develando qué ha hecho que en Cartagena los jóvenes piensen que hay personas con y sin cultura. ¿Qué habrá hecho instalar esa idea?

Bastaría con que los jóvenes entendieran que la cultura es una dimensión que expande las libertades, según el Nobel de Economía Amartya Sen, para que desde ella asuman protagonismo en los cambios sociales.

Así, otro empezaría a ser el cantar de la ciudad.

*Docente del Programa de Humanidades, UTB

ldealba@unitecnologica.edu.co

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