Columna


Paz: NO pero SI

RICARDO TROTTI

08 de octubre de 2016 12:00 AM

No es una contradicción que los colombianos le dijeran No a la paz en el plebiscito del domingo pasado y que hoy, ese No se interprete por diferentes sectores como un Sí definitivo a la paz.

El No fue a las formas de los acuerdos entre el presidente Santos y los líderes de las Farc, no al fondo de la cuestión. Los colombianos quieren la paz, así como lo dijeron Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, máximos exponentes del No al plebiscito, en su primer diálogo con Santos, después de años distanciados.

El No fue a los líderes de las Farc, a sus beneficios luego de cuatro años de negociar en La Habana. Más que a cuenta de la paz, se interpretaron como privilegios desmedidos por ciudadanos comunes y políticos, que vieron cómo viles asesinos, secuestradores, narcotraficantes y extremistas, tendrían más posibilidades sociales y prerrogativas políticas que quienes han vivido según la ley y pagado las consecuencias de no cumplirla.

Santos siempre recalcó que la paz negociada no es perfecta, y tiene razón porque conlleva injusticias al poner punto final a un conflicto. Muchos en la historia reciente de América Latina terminaron con terroristas como presidentes: José Mujica en Uruguay, Daniel Ortega en Nicaragua o Salvador Sánchez Cerén en El Salvador.

El proceso colombiano es muy diferente a los de países donde los terroristas se justificaron ante los abusos de estados no democráticos. Pero las Farc siempre actuaron al margen de gobiernos democráticos. Y más allá de su ideología mal defendida con las armas, se involucraron en el narcotráfico. Nadie podría objetar su ideología, pero sí cómo quisieron sostenerla, y todos concuerdan que las Farc dejaron de ser las Farc desde hace décadas, para ser delincuentes con fines de lucro, traficar drogas, lavar dinero, contrabandear y extorsionar.

Y las imágenes concretas que inculcaron Uribe y Pastrana prevalecieron en el referendo. La gente imaginó a Timochenko en el Congreso, de igual e igual con un legislador que se gana la confianza del público con actos proselitistas y trabajando para la democracia. También lo imaginó recibiendo un cheque del Estado para comprar productos a los que no todo ciudadano decente puede acceder, pese al sudor de sus frentes.

Santos vendió imágenes potentes pero más abstractas, paz y justicia. No bastaron los puntos del acuerdo de paz que penalizan con trabajo comunitario a quienes recibirían cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad o las reparaciones monetarias que recibirían guerrilleros y víctimas.

No creo que el Sí perdió por la abstención en el referendo. Creo que esta se debió al escepticismo e incertidumbre por un acuerdo de paz injusto para los justos y con privilegios para los delincuentes.

Dos cosas se deben rescatar: Santos convocó a un plebiscito políticamente innecesario por creer que la paz reclamaba sacrificios en la justicia. Aún imperfecta, en el futuro, cuando el cese al fuego fuera definitivo, nadie podría reclamarle mucho a Santos. La vida sería mejor; y segundo, los líderes de las Farc deben reconocerse como los máximos responsables del No. La solución está en sus manos. Deben deponer su arrogancia y evitar tantos privilegios.

El proceso colombiano es muy diferente a los de países donde los terroristas se justificaron ante los abusos de estados no democráticos.

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