Columna


Peajes y trabajo digno

JESÚS OLIVERO

18 de noviembre de 2016 12:00 AM

Mauricio Cárdenas es uno de los empleados de los peajes concesionados del Caribe Colombiano. Al pasar por uno de estos lugares de recolectar dinero para mantener las carreteras, la persona encargada del cobro me pidió el favor de transportar a su colega a Cartagena.

En el trayecto Mauricio comentó tener un contrato con un salario base, el mínimo, y que en el mejor de los casos, cuando debe doblar turnos o trabajar extras, su salario puede alcanzar el millón de pesos. El contratante le retiene salud y pensión, pero no tiene servicios médicos más allá del Sisbén, y aunque ha querido indagar por los descuentos recibidos, las explicaciones son imprecisas o confusas, y no tiene claridad sobre sus semanas cotizadas. Le pagan un bono para el transporte, pero aparece integrado en el salario, y teme preguntar más allá; claro, desea conservar su ingreso para sacar adelante su familia. Una vez, bajo un aguacero implacable en Cartagena, con el compromiso de llegar a tiempo, y ante la imposibilidad de usar una mototaxi, gastó casi el 10% de la mesada al contratar un transporte, única alternativa para llegar a tiempo y cumplir.

Quisiera que los administradores de los peajes presentaran pruebas para desvirtuar lo dicho por Mauricio. Al final, todo puede ser falacia, pero es necesario que las entidades de control vigilen a estas empresas, que en un día malo, recogen hasta 90 millones de pesos, lo que no concuerda con el salario ni la seguridad social de sus trabajadores.

Dos cosas son ciertas: la primera, estas personas, como pocas, están al menos ocho horas diarias expuestas a altas concentraciones de gases y partículas tóxicas, emanadas de los tubos de escape de vehículos viejos y nuevos. Las casetas de peajes al menos deben tener una fuente de aire limpio, con presión positiva, cuyo objeto sea mejorar las condiciones de respirar allí.

Lo segundo, no menos preocupante, es la exposición crónica a bisfenol A (BPA), un químico que se absorbe a través de la piel, presente en los recibos de termoimpresoras usadas en muchos sitios recolectores. Este compuesto, al cual nos exponemos todos al tocar los recibos, es un poderoso disruptor endocrino y ha sido asociado con proliferación celular y daño oxidativo en el ADN.

El gobierno debería exigir exámenes médicos periódicos para estos trabajadores, cancelarles una prima de contaminación y evitar que las mujeres embarazadas hagan este trabajo. También es fácil disminuir la exposición a BPA cambiando las termoimpresoras. El trabajo dignifica, pero también puede ser luciferino.
 

 

 

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