Columna


Pensando en la Navidad

PILÍN LEÓN

11 de diciembre de 2014 12:02 AM

Me invade el espíritu navideño. Es una de las épocas que más espero, nos quedamos casi siempre en casa. Las navidades del 2000 fueron agradables, viajando sola con mis hijos y esposo, lejos de primos, padres, hermanos, y me convencí aún más de que es la época de unión familiar, de acercarse a los valores y esperar el nacimiento del Niño Dios, que nos trae muchas bendiciones.

Me pongo entonces en “modo Navidad” y la alegría me invade. Escribo solo mensajes felices y no encuentro rechazo, sino mucha frustración y tristeza, sobre todo en redes sociales. Mis amigos y familia en Venezuela, los más consientes, les cuesta imbuirse en el espíritu positivo, aunque no quieren abandonar las tradiciones, cada vez más difíciles de cumplir. Hacer una hallaca es el doble de caro, un pan de jamón igual, y ni se diga del resto de manjares para compartir en la mesa venezolana. Me cuido de parecer muy optimista, siento que hiero sentimientos.

Planeábamos reunirnos en mi casa, en Barranquilla, con colchonetas y otras cómodas incomodidades para estar todos en una sola casa. Celebrar la venida del Niño Jesús repartiendo pequeños presentes, detalles para seguir nuestras tradiciones, y esperar juntos el año nuevo, amontonados, que es parte de la diversión. Pero el bolívar depreciado nos pateó. Las cuentas ya no dan, las utilidades y aguinaldos estimados no alcanzan para venir, aun sin gastos de hotel ni comidas en la calle, no les permite ni tomar un café o un dulce en el tiempo que estimaban quedarse, ni se diga tomar un taxi (doce personas no cabríamos en uno ni dos carros).

No nos vamos nosotros, que somos menos y que nos rinde más el peso ante la devaluación del bolívar; porque mi esposo trabaja sin descanso, sin vacaciones navideñas, porque irse a otro país no es “salir de problemas”, como creen algunos, sino enfrentarse a un nuevo comienzo, de cero, a nuevas prácticas y aunque no lo crean, a nuevas costumbres (aun siendo vecinos tan cercanos). Hay que trabajar sin parar porque nuestro país nos arrebató la posibilidad de establecernos y vivir tranquilos.

Fuera de su terruño, cualquiera, en otro país, tiene que trabajar y hasta el doble. No es, insisto, como creen muchos, que el emigrante se va de vacaciones permanentes. Venezuela fue un país de oportunidades, ahora te patea y te hace buscar el sustento en otras latitudes.

Esa es la Navidad que enfrentamos con optimismo, pero con prudencia. Con los pies en la tierra, con la mirada en un futuro mejor, con esperanzas pero con anhelos. Que las Navidades traigan cambios a mi país, comida y seguridad para las personas, y mucha fe en un futuro que anhelamos mejor.

@PilinLeon

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