Alguien dijo una vez, “Él hombre es el estilo”. Y ese es el del presidente Santos, quien nos ha acostumbrado hasta a la incertidumbre, con su estilo ladino y socarrón. Pero lo que realmente más molesta del presidente y su estilo, es el método y la manera como aplica su política, casi subrepticiamente, lo que le confiere un aire de casi ilegalidad, aunque es absolutamente legal, ya que su investidura se lo permite. Sobre todo en una “democracia” donde el ejecutivo está casi por encima de los otros poderes.
Pareciera que el presidente debió tener algún problema de autoestima en su niñez que lo hace creer que lo que propone no va tener aceptación. Entonces lo realiza a escondidas, con cierto temor, y con la necesaria anuencia de un grupo de áulicos a los que convierte peligrosamente en secuaces. Tiene que ser que el presidente en el colegio, en el marco de sus amistades, sufrió de “bullying”, situación que lo ha afectado tanto, que no se atreve a exponer de frente sus ideas, que él además supone que son supremamente innovadoras.
Entonces escoge su estilo sutil y marrullero, de ir tanteando, de ir probando, “de soltar globos”, para medir su posible aceptación, como si acaso no estuviera investido de la suficiente autoridad para imponerlas. El presidente tiene problemas de expresión verbal.
Pero ¿por qué? Porque detrás de su aparente cara de demócrata se esconde un dictador (un dictador no es más que alguien que no sabe imponer sus tesis), un hombre que impone sus ideas no democráticamente, y que tiene que utilizar el mecanismo de que todo el mundo tiene un precio, todo el mundo tiene un valor, cosa que además es cierta en nuestra “democracia”.
A Santos le da miedo ser un demócrata porque él considera que sus opiniones son demasiado liberales. Es una persona con un afán de quedar inscrito en la memoria de la historia. Una persona así es comparable al asesino que mato a John Lennon o al iconoclasta que destruye las obras de arte. Tienen la necesidad de ser reconocidos, creando esta situación, un perfil sicológico muy peligroso. Es recomendable que el presidente se haga ver de un “especialista”, alguien que lo despierte, porque el país se desbarata ante sus ojos, la nave se hunde inminentemente y no lo reconoce, no lo ve.
Todos los indicadores económicos son negativos: crisis presupuestal, crecida considerable y preocupante de la inflación, aumento del empleo informal, la industria decrece, las exportaciones disminuyen, la deuda externa se vuelve impagable, y la moneda se devalúa afectando al 85 % de la población que es de estratos 1, 2 y 3.
Respeto la majestad del presidente, me molesta mucho que lo humillen con imágenes ofensivas. Ese es nuestro presidente, ese fue el que por desgracia nos tocó, y hay que aceptarlo. Solo toca esperar dos cosas: que el barco no se hunda y que pase rápido el tiempo.
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