Columna


Perrita con fortuna

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

13 de abril de 2014 12:15 AM

Conmovedores la indignación y los ayes lastimeros de algunos congresistas por la cruel mutilación de una perra por error o malicia de un cortador de césped al servicio de Aseo Capital en Bogotá. Narra El Espectador del 4.04.2014 que Alfonso Prada, Armando Benedetti y Hernán Penagos se pronunciaron para, homenajeando la falta de imaginación, anunciar leyes y más leyes para prevenir y castigar los maltratos a la perruna especie. Con buena dosis de cinismo uno de ellos proclamó como “increíble que esto pase en el país” e interrogó “si se maltrata a un animal qué se puede esperar de un ser humano.”

Si bien me uno a la condena del acto lesivo al indefenso animal, es imposible ocultar el desconcierto que producen las inconsistencias morales de algunos de estos apóstoles de la causa canina. No se oyó el clamor de esos mismos políticos por los policías degollados y los tantos militares y civiles torturados y asesinados por las Farc o la matanza de ganados por parte de éstas y el ELN o la de peces por la contaminación de estanques, ríos y quebradas debidos a la voladura de oleoductos por parte de esas organizaciones criminales. Tampoco se ha les ha notado la sincera indignación de ellos y otros políticos por las violaciones de adolescentes y su incorporación forzada a la lucha guerrillera, por las mutilaciones que incontables niños han recibido por las minas quiebrapatas sembradas por los alzados en armas.

Lejos de censura, a ellos se les asegura la impunidad, ya que el castigo previsto para los altos mandos de la guerrilla es la exaltación al Congreso sin pasar por las urnas.

El marco para la paz consagró una suerte de tiempo franco criminal para las organizaciones guerrilleras que podrán cometer cuanto horrendo delito quieran pues de todos modos vendrá el perdón y el olvido. Como quien dice aprovechen este tiempo y asesinen, vuelen oleoductos, depreden el ambiente que, de todos modos, suyo será el reino de la política y del gobierno colombianos sin castigos y con enaltecimiento sin par al ser elevados a los altares de la democracia sin necesidad de las penurias propias de la lucha electoral.

El caso de la perrita y su insoslayable relación con los actos inicuos de la guerrilla que serán perdonados certifica la pobreza y ambigüedad de conciencia moral de algunos de los que pretenden ser guías del país.
La lesión de una perra les perturba el ánimo y les trastorna el sueño, mientras duermen con placidez y conservan serenidad de espíritu cuando se degüellan policías, a mansalva se asesinan soldados y civiles y se atropella la dignidad de niños y adolescentes por parte de la guerrilla.

¿Qué paz espera a una sociedad que se incomoda por la lesión a una perra pero tolera la barbarie contra los humanos?

h.hernandez@hernandezypereira.com 

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