Columna


Pesebres

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

15 de diciembre de 2012 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

15 de diciembre de 2012 12:00 AM

El Papa de Roma, que es alemán, en sesuda exégesis de la Biblia, extraditó del pesebre navideño al burro y al buey que nos acompañaron durante muchos años. La discriminación pecuaria y rural está de moda. A la carne y la leche se le atribuyen los concupiscentes colesteroles y otras dañinas consecuencias, pero el pobre burro ha llevado del bulto.
Una de nuestras tempranas simpatías fue para tres reyes magos que visitaron al niño Dios. Parece que dos viajaron en camellos, mientras el otro lo hizo en un burro. Eso nos ha hecho pensar en una alta estima que llegaron a tener por los burros en otra época, lo que se confirmó cuando Jesús entró a Jerusalén montado en uno.
En cambio, cuánta degradación recibe este sufrido animal ahora que no lo quieren ni los más pobres del planeta.
Uno de los indicadores de pobreza que  adopta prestigiosa agencia internacional, es la mayor proporción de burros por kilómetro cuadrado. En efecto, la altísima cifra asnal que arroja el África subsahariana coincide con reducidas proteínas, y la precaria educación  de su gente. Para no hablar del PIB que tanto trajinan másteres y muchos sapos.  
Pero un artefacto ruidoso y extravagante que se llama motocicleta ha desplazado a los burros en los afectos campesinos. Antes veíamos un desfile de hombres sobre su burro andar los caminos. Hoy los más prósperos caracolean una Kawasaki mirando con desprecio a quienes persisten en la vieja usanza.
Los burros han sido devaluados sin protesta alguna. El jamelgo del Hidalgo alucinado se llamó Rocinante. El asno de su escudero apenas es aludido. Por lo general los caballos tienen nombres sonoros y elegantes. Los burros, simplemente son burros.
Mucho tememos que antes de domar el caballo, el hombre lo hizo con el burro. Si bien se caracteriza por tener menos bríos y gracia, lo supera en resistencia.
Al burro se le hace el homenaje de asociarlo con el esfuerzo. Cuando alguien es laborioso se le reconoce que trabaja como un burro.
Platero fue uno de los pocos presentes en la literatura. Pero desde las aulas, a los torpes, distraídos o cortos de entendimiento se les llama burros. Las largas orejas, son sinónimo de estupidez. El mundo moderno parece tener aversión al trabajo que simboliza el burro. En nuestro país se prefiere exaltar la viveza  y el sentido de oportunidad. 
Asnos, borricos y jumentos, son usados como insulto. Aunque en la tierra del bienestar y el esplendor le otorgan distinción consagratoria, cuando lo hacen símbolo de un partido político.   
Al pobre asno no se le da mérito distinto al trabajo. Cuando alguien está mal de la vista es burriciego. Si nos equivocamos en el billar tacamos burro. Burro le dicen a cualquier “fumón” de cannabis.
Este sufrido animal pretende desquitarse de desprecios en sus eróticos retozos: corteja con mordiscos a su compañera, amenizando el feliz momento con rebuznos melodiosos, para no hablar de preludios galantes donde exhibe espectacular actuación.  
Para destacar el progreso del país, en la metrópolis chibcha dicen que pasamos de la mula al avión. Para nosotros tal vez solo ha sido del burro a la motocicleta.

*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.

augustobeltran@yahoo.com

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