Conozco de Piedad Zucardi solo lo reseñado por la prensa y lo que comenta –por diversos motivos - mi madre de 79 años de edad. Ante los actuales acontecimientos me permito transcribir de forma excepcional– previa autorización- el escrito de su hermana, la pastora cristiana Elizabeth Zuccardi. En lo que a mí respecta me transpiró verdad-esperemos- además de estar enseñado a actuar bajo los parámetros de lo que considero justo. Los lectores se harán su propia opinión. Elizabeth tituló su columna “Yo conozco a esa mujer”, y el texto es el siguiente:“Yo conozco a esa mujer desde que tengo uso de razón; ella ha estado en mi vida desde siempre; la he tenido tan cerca que puedo hablar de ella con propiedad, aunque es un poco mayor que yo. Fuimos los 3 últimos los que permanecimos en casa hasta los estudios de bachillerato, donde quiera que yo fuera todos me relacionaban con ella, en el colegio fue tan destacada alumna, no solo por sus sobresalientes notas, sino porque desde tempranos años de edad sacó a relucir tu talante de líder innata, juiciosa, responsable e independiente en todos sus asuntos. Cuando yo estaba en la primaria ya ella entraba al bachillerato y todos me relacionaban con ella, hasta se confundían cuando me llamaban por su nombre, todo porque había quedado muy impresa en la memoria de sus profesores, quienes sabían que era una joven de valor. Aún recuerdo sus libretas de estudios y los álbumes en los que presentaba sus tareas que demostraban su gran capacidad e inteligencia. Ella fue afinando su carácter de mujer metódica, ordenada, perfeccionista y exigente consigo misma, que la han identificado en donde quiera que se ha desempeñado dejando huella y siendo siempre un ejemplo de mujer virtuosa.
Yo conozco a esa mujer hermosa por dentro y por fuera, sobria, elegante y franca, quien supo cultivar los valores que desde niña absorbió de los ejemplos de dignidad, honestidad y responsabilidad de quienes le dieron la vida; sé de sus capacidades, su tenacidad, su entereza de carácter, su fidelidad a su familia, siendo hoy esposa intachable y madre abnegada y dedicada a sus hijos, ocupada en tantos frentes de trabajo y siempre dispuesta cuando se le necesita, haciendo mil labores con compostura, sin afanes, pero con juicio, orden y esfuerzo. Detallista, servicial, recatada, prudente y muy inteligente; sé de todos sus esfuerzos y desvelos, de su pesado itinerario de vida que le impulsan a trabajar sin horario ni medida, pero sin descuidar su familia y amistades. Soy testigo de su inmenso amor por los suyos, de la honra que siempre le ha prodigado a sus padres, de la dedicación que impone a todos sus proyectos hasta verlos hechos realidad.
Yo conozco a esa mujer a quien tanto halagan y a quien tanto critican, a quien tanto siguen y a quien tanto persiguen, a quien tanto admiran, a quien tanto juzgan sin conocerla, sin saber de su buen nombre, de su entereza, de su buena moral, de sus capacidades, de su fe, quien hoy está en el ojo del huracán como chivo expiatorio, cargando culpas ajenas, tildada injustamente de lo que no es. Ella es mi hermana de sangre, forma parte de mi vida, fuimos criadas con los mismos valores éticos y morales que siempre han sido nuestra mejor herencia. Por eso confío en su inocencia y pongo en las manos de Dios esta prueba para que pueda demostrar de qué está hecha y quién es verdaderamente. Nada ni nadie me hará cambiar el concepto que tengo de ella, porque yo conozco a esa mujer.
gusmonfe@hotmail.com
(Médico y analista político)
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