No son pocos los políticos y economistas que comentan o critican la obra de Thomas Piketty, “El capital en el siglo XXI”, al punto de que lo comparan con una especie de “rock star” de la economía.
Piketty plantea que la desigualdad es el centro del debate social y político moderno y que su origen está en la acumulación excesiva del capital. Vale decir, la acumulación de los ricos crece a mayor ritmo de lo que crece la economía. Nada nuevo.
Lo que marca el aporte del autor es que se sostiene en el análisis estadístico de economías mundiales por más de 200 años. Estos datos le permiten afirmar que en 1928, justo antes de la gran depresión, el 10% más rico de los Estados Unidos controlaba 50% de la renta nacional. Hoy la tendencia es similar en países desarrollados, con lo cual los comentaristas afirman que perdimos 100 años en construir modelos para generalizar el bienestar y redistribuir la riqueza.
Piketty argumenta que la desigualdad persiste durante el periodo analizado: los salarios no aumentan con el mismo dinamismo, ni a las mismas tasas del crecimiento económico. Agrega como causas la pérdida de poder de los sindicatos y de la capacidad de negociación colectiva de los asalariados, al tiempo que la globalización presiona hacia la baja los salarios. Dice que la política fiscal no es progresiva y favorece al capital.
El autor demuestra que la tasa con que se remunera el capital osciló entre 3 y 6% en promedio durante los últimos 200 años, muy por encima de las tasas promedio de crecimiento económico en periodo.
La consecuencia es que el capital se remunera mejor que el trabajo, luego es más conveniente ser rentista que trabajar.
Las grandes herencias perpetúan la desigualdad y menoscaban la meritocracia, ya que quien hereda riqueza no es siempre el mejor, pero accede a mejores medios para prevalecer.
Todas las meditaciones de un lego como el autor de esta nota respecto a los temas económicos de Piketty surgieron por las noticias del “Cartel de los Pañales”, del cual yo mismo, como tantos padres de familia, he sido víctima. Las noticias narran que desde hace más de 15 años prestantes firmas productoras de publicitados pañales desechables acordaron mantener sobreprecios a sus productos, estimados entre 10 y 15%, con lo cual nuestros criollísimos capitalistas agregan que el origen de las desigualdades no se encuentra solo en tasas comparativas de acumulación de capital versus crecimiento económico, sino en la malévola marrullería de ciertos empresarios. Qué vaina.
En buena hora la aplicación de sanciones anunciadas por el Superintendente de Industria y Comercio.
*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.
COLUMNA MÓVIL
danilocontreras9@hotmail.com
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